Tl director estadounidense Jim Jarmusch, paradigma del cine independiente norteamericano, reprocha a los jóvenes realizadores su afán por complacer a un determinado público, en parte por el temor a un fracaso que el autor de “Flores rotas” (2005) ni entiende ni comparte. «Veo a los nuevos cineastas con demasiadas ganas de agradar a la gente, de encontrar un público determinado o de gustar a quien les deja el dinero para hacer una película», dijo Jarmusch a los periodistas en Donostia, donde acompaña a su esposa, Sara Driver, miembro del jurado internacional del Festival de Cine.
Para el realizador de filmes como “Extraños en el paraíso” (1984) y “Bajo el peso de la ley” (1986), un largometraje «debe salir de ti y si resulta que fracasa, pues fracasa. No quiero ser negativo ni tampoco generalizar, pero es lo que principalmente veo en las nuevas generaciones». Otra carencia de las últimas hornadas, a juicio de Jarmusch, se centra «en el desconocimiento que tienen de la historia del cine, algo que como espectador y aficionado me decepciona mucho», al igual que la ausencia de «ese amor por la búsqueda y el descubrimiento de una obra bien hecha que cada vez se ve menos».
El director de “Noche en la tierra” (1991) y “Perro fantasma” (1999) responsabilizó en parte de ello a la «presión del dinero», y consideró muy importante «hacer lo que a uno le guste y no a los demás, con humildad y sin temor al fracaso».
En el caso de Jarmusch, nacido en Akron Ohio (Estados Unidos) en 1953 y que estudió Literatura Inglesa y de su país en la Universidad Columbia, es dueño de los derechos de todas sus películas, lo que le permite, con independencia de su financiación, tener una gran capacidad para elegir los actores y colaboradores sin ningún tipo de imposición.
«Lo importante es que los creadores tengan el control de las películas para que el dinero no se apodere del género», apostilló en ese punto el realizador estadounidense, para quien el término Cine Independiente «se ha corrompido hasta alcanzar el significado de una creación más pequeña, íntima, de autor».
No a los concursos
Jim Jarmusch, que no conocía el Festival de Donostia, rechazó el carácter competitivo de este tipo de certámenes de los que únicamente reivindicó su concepto de «celebración del cine». «No me gusta la competición. Es ridículo que alguien gane o pierda, o que una sección tenga más prestigio que otra, aunque debo reconocer que mi carrera recibió un importante empujón con un premio que me concedieron en Cannes», dijo respecto a la Cámara de Oro que recibió en 1984 por “Extraños en el paraíso”.
Respecto a su próximo trabajo, el director neoyorkino eludió cualquier tipo de comentario excepto que «ya está terminado» su guión y que la música, al igual que ha sucedido en numerosos filmes suyos, «ocupará un lugar muy importante».
Restó importancia a la facilidad que tiene para elaborar los guiones de sus obras, que pueden durar semanas como las tres que le ocupó el de “Flores rotas” (2005) o los cuatro meses de su próximo estreno, que aún no tiene fecha de rodaje.
Por último acerca de la imagen de cercanía, proximidad y
camaradería que proyecta y que tanto cala en la gente, reconoció que es cierto y
que le resulta muy extraño porque no es algo pretendido, «pero me agrada y me
hace sentir bien». -