Desde hace poco más de seis meses presiento una sensación extraña, un desasosiego inquietante, una inexplicable sospecha, pero hasta ahora desconocía por completo de qué se trataba exactamente. Tampoco sabía cómo describir los síntomas hasta que este pasado fin de semana caí en la cuenta.

En la tarde del domingo un canal televisaba la clásica de Zurich.Un montón de ciclistas pedaleaban bajo la lluvia cuando uno de naranja salió del grupo de escapada para llegar en solitario a la meta. Hasta ahí todo normal. Pero un poco de zapping después, la pantalla se detuvo en un canal francés.

Y allí estaba el de naranja, pedaleando bajo la lluvia de nuevo. Y no estaba sólo. Con él, bajo el aguacero, los del grupo de escapada. Y según el ángulo superior izquierdo de la pantalla del televisor aún faltaban 35 kilómetros para la meta, o sea, cerca de media hora para ver al de naranja despidiéndose de sus compañeros de escapada para pasar en solitario bajo la pancarta de final de carrera en Zurich.

Desde hace poco más de seis meses comparto una extraña sensación, un desasosiego, la sospecha de ser testigo de algo que se televisa con horas de retraso. Claro que un proceso de búsqueda de soluciones a un conflicto como el nuestro necesita de muchísima discreción si queremos que los contactos cuajen en un diálogo sincero y resolutivo. En este sentido podría entenderse que lo que se tenga que ofrecer a los ojos de los ciudadanos deba pasar el filtro de la prudencia y de la oportunidad. Pero no estoy seguro de que esto sea del todo incompatible con el vivo y el directo.

Porque lo que sucede ahora es que, en ausencia del vivo y el directo, una multitud de pantallas de televisor nos muestran no ya una carrera con varias horas de retraso, sino va- rias carreras diferentes, con los mismos equipos y los mismos corredores, pero en situaciones diferentes. Es seguro que sólo hay una carrera, o eso creo, pero en estas circunstancias es difícil saber cuál es la buena, cuál es ésa en la que ganamos todos, cómo les va en realidad a los corredores y cuándo habrá terminado esto.

Desde este pasado domingo comparto una sensación extraña, un desasosiego inquietante, la inexplicable sospecha de estar presenciando etapas que ya han sucedido, y de no ser más que un espectador en diferido de una foto finish que ya se ha tomado pero que aún está por revelar. -