ESTOCOLMO
El Premio Nobel de Medicina ha recaído este año en dos científicos estadounidenses, cuyas aportaciones a la descripción de la función de los genes es considerada fundamental en el tratamiento de enfermedades virales, cardiovasculares o el cáncer.
Los estadounidenses Andrew Z. Fire y Craig C. Mello descubrieron lo que ha dado en llamarse la interferencia de ARN (ácido ribonucléico), «un mecanismo fundamental para controlar el flujo de la información genética», según destacó ayer el Instituto Karolinska de Estocolmo al anunciar los premiados. Concretamente, Mello y Fire descubrieron que el ácido ribonucléico (ARN) bicatenario bloquea de forma muy eficaz la síntesis de proteínas.
El descubrimiento posibilita desactivar un gen concreto y determinar así cual es su función, un mecanismo de importancia fundamental en la defensa contra las infecciones virales.
Aunque en los últimos años se han descrito muchos genomas completos, los científicos todavía están lejos de tener claro para qué sirven todos esos genes.
El descubrimiento de Fire y Mello en 1998 dio la clave para entender el papel de genes determinados dentro de una célula. Al desactivar o anular un gen concreto se puede observar qué sucede con la célula afectada. Para el mundo farmacológico este hallazgo fue fundamental, pues se espera que permitirá a los investigadores desarrollar medicamentos con indicaciones mucho más concretas. «El método se ha convertido ya en un instrumento importante de investigación en la biología y la bio-medicina. En el futuro se espera que pueda ser utilizado en numerosas disciplinas, incluida la medicina clínica y la agricultura», señaló el Karolinska.
En experimentos con animales se ha podido detectar ya un gen causante de la subida del colesterol en la sangre y «actualmente se están desarrollando proyectos para aplicar la interferencia de ARN en el tratamiento de infecciones virales, enfermedades cardiovasculares, cáncer, problemas endocrinos y otras muchas patologías», explicó el instituto.
Fire, nacido en 1959, es profesor de biología del Instituto de Tecnología de Cambridge y profesor de patología y genética de la Universidad de Medicina de Stanford (EEUU).
Mello, nacido en 1960, es profesor de biología de la Universidad de Harvard, de medicina molecular en el Instituto de Investigaciones Howard Hughes y participa en el programa de medicina molecular de la Universidad de Massachusetts .
El Nobel de Medicina está dotado con 10 millones de coronas suecas (1,1 millones de euros) y se entregará el 10 de diciembre, aniversario de la muerte de Alfred Nobel, fundador de los galardones.
En la edición del año pasado, el prestigioso galardón fue para otro dúo de investigadores, en ese caso los australianos Barry J. Marshall y J. Robin Warren, por su descubrimiento de la helicobacteria pylori y su papel en la gastritis y la úlcera péptica.
ESTOCOLMO
La ciencia «es el resultado de un esfuerzo de grupo, en equipo», dijo ayer Andrew Fire, justo después de saber que, junto con Craig Mello, había sido galardonado con el Premio Nobel de Medicina y Fisiología.
Fire formó con Mello y otros científicos parte de un equipo de investigadores a quienes se atribuye el reconocimiento de que pueden usarse ciertas moléculas del ácido ribonucleico (ARN) bicatenario para «silenciar» genes específicos en células animales.
Desde la descripción inicial del descubrimiento por parte de Fire, Mello y sus colegas hace menos de ocho años, este proceso denominado interferencia de RNA se ha convertido en un método generalizado de investigación y avance terapéutico. «La ciencia es el resultado de un esfuerzo de grupo», manifestó Fire en una declaración en la página de Internet de la Universidad de Stanford.
«El progreso reciente en el campo del ‘silenciamiento’ de genes usando ARN ha involucrado la búsqueda científica original de equipos de investigación en todo el mundo», subrayó el investigador.
Por su parte, Mello dijo a los medios desde su casa en Shrewsbury (Massachusetts), que para él la concesión del premio Nobel fue «una sorpresa enorme».
«Tanto Andrew como yo somos relativamente jóvenes, y han pasado apenas ocho años desde el descubrimiento», agregó Mello. «Yo sabía dijo que había una posibilidad pero, realmente, no esperaba que llegara hasta dentro de algunos años más».