Natxo VIGALONDO | Actor, guionista y director de cine
«No aburrir al público ya es un gran premio y ahí reside mi empeño»
Natxo Vigalondo ha superado ya el mes de rodaje y todavía le quedan otras cuatro semanas más para dar por concluida la filmación de lo que será su primer largometraje: «Los cronocrímenes». La producción corre a cargo de los hermanos Ibarretxe; la dirección artística, a cargo de Arri y Biaffra, y, entre los actores, destacan los nombres de Karra Elejalde y Bárbara Goenaga, entre otros.
El lunes, a las 5 de la mañana, Natxo Vigalondo se
encontraba rodando en los alrededores de Noja, cuando las inclemencias
meteorológicas se cebaron con el equipo de “Los cronocrímenes”. «Se palpó una
inquietante atmósfera, los grillos dejaron de cantar, las vacas se sentaron en
el suelo y, de un segundo para otro, se levantó un viento que nos tiró todo el
decorado encima», narra el director. Afortunadamente, todo ha quedado en un
susto. «Nada que paralice la película, pero sí que ha hecho bastante destrozo en
el material», afirma, todavía impactado pero sin perder el humor, Vigalondo.
Al margen del susto del vendaval, ¿cómo está transcurriendo el rodaje del filme?
Está siendo idílico, de momento. La relación con Karra y Bárbara está siendo un romance, además de que con todo el equipo hay una compenetración enorme. Aparte de que los vendavales ayudan a que hagamos piña... No, hablando en serio, el rodaje está siendo duro, porque es una película de exteriores, muy física, visualmente compleja, y no estamos tirando negativo a lo loco, como se dice. Pero hay una ilusión común y, en ese sentido, todo está transcurriendo muy bien. Me siento muy protegido.
Su experiencia como cortometrajista es extensa, ¿pero cómo se desenvuelve en el papel de director de largometrajes? Además, también actúa, ¿más complicado todavía?
El lunes debuté como actor en esta película y luego llegó el vendaval de madrugada, o la naturaleza no quiere que haga más el papel o lo está celebrando. En mi debut como director, hay un primer momento en que tu cuerpo trata de asimilar la situación y ubicarse, pero, para el segundo día, ya coges el tranquillo, y el tercero empiezas a matizar y es una gozada. Y como actor, igual. Tu primer plano es terrorífico, estás confundido, tardas en hacerlo... pero al final entras en dinámica y la película va sola. Y esta es la sensación que tenemos todos, la de estar en ese punto mágico en el que la película se está haciendo sola. Además, tengo trabajando para mí un equipo increíble. Ahí están Arrizabalaga y Biaffra, de la dirección artística de Alex de la Iglesia, o Fabio Labiano, uno de los mejores directores de fotografía. O sea que tengo cogiéndome por los hombros a un equipo con una madurez y una carrera espléndida. Estamos muy compenetrados y viviendo nuestro particular romance.
Supongo que trabajar con ese equipo de profesionales ayuda a sentirse más respaldado.
La buena relación de un director con su equipo siempre es ambivalente y tienes que escuchar tanto como imponerte. Ese juego tienes que mantenerlo hasta el final. Muchas veces tenemos miedo de que nuestra visión flaquee si escuchamos al que tenemos al lado, pero no es así realmente, la visión de cada uno se completa con la visión de los demás. Entonces, llegar a ese punto de equilibrio entre saber escuchar y saber hablar es perfecto.
Además de director y actor, también es el autor de la historia. ¿Se ha visto en la necesidad de retocar el guión tras haber empezado a grabar?
Sobre un guión de diez páginas puedes permitirte el lujo de rodar lo que tenías pensado y todos los planos que quieras, porque hay un margen de error amplio. Sin embargo, en un largometraje pueden suceder tantas cosas, como la del vendaval, que tienes que tener capacidad de reacción para adaptarte a cualquier tipo de emergencia. Y creo que es tan importante tener planificado todo como saber desplanificarlo.
Su corto «A las 7:35 de la mañana» fue
nominado para los Oscar y le cambió la vida. ¿Qué espera de esta película?
Sí, ese corto me cambió la vida, pero fue desde mi total
ignorancia, ya que no lo hice pensando en ello. De mi experiencia como
cortometrajista a este debut en largometrajes, me traigo la inconsciencia y la
inocencia de cara a lo que estoy haciendo. Cuando escribo, intento hacer el
guión más interesante; cuando dirijo, intento hacer la película visualmente más
impactante; cuando hago comedia, que sea lo más divertida posible, y cuando hago
terror, como ahora, que sea lo más terrorífico del mundo. No tengo estrategias
de mercado, no pienso en lo que vende o no vende. Yo pienso en el espectador,
quiero zarandearlo durante un buen rato y pongo todo mi empeño en eso. Toda la
gente que ha leído el guión lo ha asimilado y, para mí, el no aburrir es ya un
premio. En cualquier caso, creo que no defraudará. Es una mezcla de cine negro y
ciencia-ficción, tal y como puede apreciarse en la palabra que me he inventado
para el título: “Cronocrímenes”.
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