Francisco Larrauri - Psicólogo
CAT-EH: Un derbi muy especial
En el momento político actual, con el Estatut en el Tribunal Constitucional y la escenografía que cuenta la historia en la campa de Aritxulegi, más de un redactor jefe de algún periódico tendrá dudas de si la crónica del partido amistoso de fútbol que jugarán el día 8 las selecciones nacionales de Catalunya y Euskal Herria la inserta en la sección de política local, internacional o en una esquinita de la páginas dedicadas a los deportes, porque los goles serán pura anécdota, a pesar de que fútbol es fútbol, como dicen los futboleros para explicar lo inexplicable.
Como buen derbi que se precie hay que calentarlo en fechas previas para que el aficionado acuda con ánimos al campo, pero en esta ocasión no ha sido el seleccionador nacional contra la selección rival, sino la política anclada en el pasado quien ha caldeado la grada hasta convertir el match CAT-EH en algo especial. Las críticas y las peticiones de ilegalidad al spot televisivo de la Plataforma Pro Selecciones Deportivas Catalanas para promocionar este partido, desde Catalunya son un elemento más de las ideologías del pasado, como lo son desde Euskal Herria las investigaciones judiciales y las prohibiciones diarias de manifestación y expresión por el derecho a organizarse y decidir nuestro futuro. Esta dinámica política ha producido un efecto llamada que ya quisiera más de un publicista. Han calentado a miles de almas que han visto el spot del niño catalán que no puede jugar con su camiseta, y también a todos los vasquitos y neskitas precisamente porque existe la universa- lidad de derechos.
El espectáculo finalizará con el intercambio de bufandas con visca por gora y las de lliure por askatasuna, sea cual sea el resultado, porque siempre descenderá un tercero, y esto explica los años transcurridos, setenta y cinco años desde la última vez que la selección vasca visitó Catalunya y treinta y cinco desde que ambas selecciones jugaron el último partido. No hay duda que estos derbis internacionales tienen repercusiones políticas que irritan muchísimo al estado, que pretende mantener una idea de estado-nación española cohesionada.
Desde el último encuentro la sociedad civil ha aumentado su protagonismo ante gobiernos que se extralimitan con su poder político y también con su política penitenciaria para preservar un pasado ideoló- gico que no tiene futuro. Con un progresivo ascenso identitario y de protagonismo, la sociedad civil vasca ha sido capaz de elaborar su propia publicidad con un éxito rotundo. El psiquiatra profesor Mauricio Knobel explicaba que el mejor anuncio mundial era aquél que exigía algo a quien lo escuchaba: ¡beba tal!, ¡compre cual!, y en Euskal Herria la mejor cuña, ante un gobierno que se extralimita y que quiere ser con su poder político el único garante (por la gracia de Dios) de la democracia, es exigirle y repetirle diariamente que «tenemos derecho a decidir». Y el domingo en el Camp Nou, catalanes y vascos exigirán también el derecho a disfrutar de la selección nacional para competir libremente por Europa.
En mi opinión, muchos gobernantes, al saber que la institución Estado-Nación está desbordada, actúan con una severa hipocresía neurótica, aceptan por un lado (por obligación histórica) el término nación para Catalunya y Euskal Herria, pero con tanto pánico a que estas camisetas se vendan más y mejor que la indumentaria de la supuesta madre de todas las naciones, que vacían de contenido el significado para retrasar la actual crisis de territorialidad. Hablan de nación pero desean una nación descarnada, sin moneda, sin sellos, sin banco, sin selecciones deportivas y sin leyes para que crezca. En definitiva, quieren ser los únicos interlocutores que tengan vista al exterior y no dudan en utilizar la coacción y el chantaje. Trastorno severo. Pero la sociedad civil vasca no se ha devaluado, ni ha reducido su autoestima. En la campa de Aritxulegi voló un arrano. -
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