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Gara > Idatzia > Kultura 2006-11-02
Ramón BAREA | Actor
«En lo profesional, me siento más querido en Madrid que en Bilbao»
Está de racha. Lleva unos años que engancha un papelón tras otro: Don Quijote, Max Estrella en «Luces de Bohemia», Próspero en «La tempestad»... y ahora, un profesor de literatura gruñón escrito a su medida por el autor de moda, Juan Mayorga. Sólo tiene una espinita clavada: quisiera trabajar en su tierra, pero todo el trabajo le sale en Madrid.

Todo-terreno imparable, Ramón Barea (Bilbao, 1949) pasa con naturalidad de encarnar a un protagonista absoluto en un clásico teatral a meterse en la piel de un secundario en el cortometraje de un desconocido. Director de películas como “Pecata Minuta” o “El coche de pedales”, y de piezas teatrales como “La ratonera”, actor en 70 largometrajes y veterano de los escenarios, se hace difícil resumir su carrera en unas líneas. Desde hace unos años le llueven los papeles poderosos. Actualmente está de gira con Ur en «El chico de la última fila», bajo la dirección de Helena Pimenta.

­En «El chico de la última fila» interpreta a un profesor especial. ¿Cómo lo describiría?

El personaje de Germán, profesor de literatura, es el de un hombre desencantado, un hombre que ama la literatura y amaba su profesión, pero el día a día hacen de él un hombre sin ilusiones hasta que encuentra un alumno un “discípulo” que le de la posibilidad de ejercer su magisterio. Un discípulo al que por exceso de pasión acaba fagocitando. Germán confunde, creo, la literatura con la vida.

­Intervino en la escritura. ¿Qué le preocupa a la hora de definir un personaje?

Intervengo en el desarrollo del proyecto pero como oyente, digamos. Vi cómo Helena Pimenta y Juan Mayorga partían de un argumento muy sencillo y cómo ese argumento sencillo se iba haciendo complejo a medida que se hablaba sobre él, y a medida que Juan Mayorga iba trayendo propuestas. Juan sí que es un gran profesor, un gran maestro. Es un hombre de equipo que sabe escuchar y sabe defender lo que son sus ideas irrenunciables. He aprendido mucho como “alumno oyente”.

­En esta obra se habla mucho del proceso de creación. Usted ha escrito mucho. ¿Ha tenido una relación gozosa con la literatura?

Si, yo he escrito teatro, cine y televisión. Es curioso, porque no figuro en la nómina de autores cuando se hace el recuento de autores vascos. Siempre he escrito por encargo para Cómicos de la Legua, para Karraka, para TxaloŠ Mira, este año me he propuesto revisar algunos de los trabajos para publicarlos ­“Pecata Minuta”, “Alias Molier”, “Palabrarismos”­ y hacer un trabajo sobre los procesos de creación en Cómicos de la Legua.

­La obra también trata de las siempre complicadas relaciones entre profesores y alumnos, entre padres e hijos. ¿Qué recuerdos tiene de su época de estudiante?

Me acuerdo más de mi cortísimo tiempo de parvulito en la Escuela de Solokoetxe de Bilbao, donde mi madre ejerció de maestra, que del colegio. Del colegio sólo me acuerdo del hermano Macario, más concretamente de las dos hostias que me metió el hermano Macario. Una por no vender lotería de Navidad y otra por colarme al cine. O de la regla de Don Teófilo, profe de matemáticas que usaba, con mucha puntería, así como una goma del gas con la que daba en el culo. O del terrorífico capellán y sus discursos. Del olor de incienso con el que me mareaba en misaŠ Mira, cuando sueño, todavía, sueño con un lugar extraño que nunca sé si es donde hice la mili o los pasillos del colegio. Todo se me aparece como una fantasmagoría. ¡Sólo en la escuela fui feliz! ¡Qué buen discípulo hubiera sido si hubiera tenido buenos maestros!

­Y el papel de padre, ¿qué tal se le ha dado en la vida?

En el papel de padre uno hace lo que puede o lo que cree que debe hacer. Yo he aprendido una cosa: que no vale de nada vender a los hijos ideas, preceptos, máximasŠ a los hijos cuando empiezan a tener uso de razón no se les puede vender nada más que tu propio comportamiento. Los hijos ven lo que tú haces y ellos sacan sus propias conclusiones. Yo tengo la suerte de tener tres hijos maravillosos y me siento muy querido por ellos. Y les veo hacer lo que creen que deben hacer, saben que yo les respeto, y de ello me siento orgulloso.

­Con Helena Pimenta ha trabajado muchas veces y en grandes papeles. ¿Qué destacaría de su forma de dirigir?

Helena me ha dado la oportunidad de hacer personajes maravillosos. Yo estoy muy agradecido con sus ofertas. Ha conseguido que me encuentre con mi primigenia vocación: la de actor. Me ha brindado muchas horas de felicidad y se que soy la “envidia” de muchos de mis compañeros. Helena me ha enseñado mucho, es una directora que me gusta, que entiendo y que tiene una enorme pasión y rigor con su trabajo.

­Ultimamente dirige menos y actúa más. ¿Es casual?

Es que tenía muchas ganas de hacer teatro. No he podido hacer más porque los acontecimientos me han llevado a escribir, a dirigir, pero yo desde adolescente tenía claro que quería ser actor. No obstante, pienso seguir dirigiendo cine y teatro. Ahora vivo un dulce momento en los escenarios. Es grato ver que recibes buenas críticas y que la profesión que no me conocía como actor de teatro me acoge con mucho cariño, con curiosidad: ‘Pero tú, ¿de dónde has salido?’

­¿Le veremos en alguna serie de televisión o no le llama demasiado el medio?

La tele me gusta y he participado en muchas cosas. No soy anti tele ni nada de eso. Pienso que se pueden hacer buenas cosas. He tenido mala suerte con programas en los que estuve, como “El peor programa de la semana”, que dirigía Trueba y nos echaron. O “Nadie es perfecto”, de Antxón Urrusolo, que también nos echaron, en finŠ Ahora, una curiosidad: ¿por qué no se me ve en Euskal Telebista? Tengo ganas de trabajar aquí y, sin embargo, jamás recibo una propuesta. Como ves, nadie es profeta en su tierra.

­Ha actuado en cerca de 70 largometrajes, cortos aparte. ¿Qué papeles le han dado mayores satisfacciones?

Siempre el último es el que te gusta más. Ahora acabo de hacer un trabajo con Gracia Querejeta en la peli “Siete mesas”, donde hago un veterano jugador de billar. Es un personaje secundario que me gusta mucho. No seŠ Matías en “Matías, juez de línea” o el de “En la puta calle”, quizás. No sé, soy incapaz de elegir alguno. Todos son mis personajes.

­¿Se animará a dirigir más películas?

Sí, quiero seguir dirigiendo. De hecho, iba a hacer un documental que me lo han pisado, una cosa sobre el oficio de actor. Ahora estoy dándole vueltas al siguiente proyecto, pero por lo que veo no conviene hablar de ello.

­¿Está completamente establecido en Madrid? ¿Qué relación mantiene con Bilbo?

Sí, me he hecho un poco madrileño. Si te digo que me siento mas querido que en Bilbao... Me refiero en lo profesional. En lo otro me siento muy querido en Bilbao. En Madrid me llaman del Centro Dramático Nacional, o estoy encabezando repartos. En Bilbao tengo la sensación de estar igual que hace 30 años. No me dura el amor a mi ciudad tanto. El amor es ciego pero uno se cansa. -


 
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