Los electores catalanes acudieron a las urnas bajo la sombra de un fiasco y de un fracaso. Bajo la sombra del fiasco de la reforma del Estatut, el proyecto que ocupó buena parte de la actividad y debate políticos de la pasada legislatura y que, tras lograr un consenso del 90% en el Parlament, se transformó en un texto devaluado, descargado de identidad nacional, merced a un apretón de manos entre CiU y PSOE en Madrid. Aquel pacto de espaldas a lo acordado por el legislativo catalán se convirtió en un factor mayor de desestabilización para un gobierno tripartito catalán que ya acusaba problemas internos.

La imposibilidad de los socios en la Generalitat para superar el fiasco del Estatut y sus propias diferencias, unidas al descabezamiento de Maragall desde Moncloa, llevaban al fracaso a la novedosa fórmula de gobierno, la primera que ha fundido en su seno ideas de izquierda y catalanistas. Un fracaso y un fiasco, dos ingredientes para nada positivos cara a una convocatoria electoral de la importancia de la vivida ayer. El cierto hartazgo derivado de esas circunstancias puede ayudar, si no en todo, sí en parte, a explicar la mayor abstención desde 1992.

En ese clima de carga de negatividad y de incertidumbre sobre el futuro se llegaba a una jornada electoral que castigó las aspiraciones del mentor del pacto de Moncloa: el PSOE y, en menor medida, su consorte CiU. Mas ganó en votos y escaños, algo que no ocurrió en 2003, pero con 48 escaños no cubre todas las expectativas y se queda a veinte escaños de la mayoría absoluta. Sin embargo, el gran golpeado fue el PSC, que pagó ¡y cómo! los platos rotos de las injerencias de Rodríguez Zapatero, primero contra el Estatut y luego contra Maragall. Anoche, el PSC hacía votos por el tripartito, pero los casi 150.000 votos que le sacó CiU le ponen muy caro el ansiado regreso a la Generalitat. De reeditarse el tripartito, lo que ya no está tan claro, deberá asumir además que su peso en ese gobierno es muy inferior al que tenía Maragall, dada la subida de Iniciativa, y la consolidación de ERC.

Los republicanos no repitieron el gran resultado de 2003 pero aguantaron bien, pese a sufrir una campaña muy hostil. Carod-Rovira mantiene intacta su cotización cara a los pactos. El PSC se ofreció anoche sin disimulos a ERC, que, por su parte, mantenía una posición prudente, sabedor de que, aunque los números salen globalmente al tripartito, los votos republicanos tienen hoy renovado interés para CiU, que reclama el derecho como ganador indiscutible que es a intentar formar gobierno. ¿Y si al final hay «sociovergencia»? Es hora de pactos. -