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Gara > Idatzia > Euskal Herria 2006-11-03
«En Ezkaba llegamos a comer agua»
795 presos escaparon del fuerte de san cristobal en mayo de 1938 huyendo de la brutalidad y de las pesimas condiciones de vida. el documental «ezkaba», de iñaki alforja, ha conseguido llegar a las salas comerciales para sacar su historia del olvido en el que haestado sumida. La pelicula puede verse desdehoy en los cines golem.

La mayor fuga de una prisión en Europa se produjo en Iruñea el 22 de mayo de 1938. Fueron 795 los presos que huyeron del fuerte de SanCristóbal, situado en la cima del monte Ezkaba. Sólo tres consiguieron el objetivo de escapar, mientras que 210 terminaron acribillados a tiros cuando huían y otros catorce fueron condenados a muerte y fusilados en la Vuelta del Castillo el 8 de setiembre.

Esto es lo que ocurrió hace 68 años en en el monte Ezkaba, unamole que vigila Iruñea y sus inmediaciones y que está presente en cualquier imagen de la ciudad. Sin embargo, lo que sucedió dentro de los muros del fuerte sigue siendo desconocido para la mayoría de los vecinos de la capital navarra.

Rescatar estos hechos del olvido es precisamente el objetivo del documental “Ezkaba. La gran fuga de las cárceles franquistas”, de Iñaki Alforja, que a partir de hoy podrá verse en los cines Golem Yamaguchi de Iruñea. En el mismo se recogen testimonios que demuestran la diversidad ideológica ­republicanos, socialistas, comunistasy abertzales­ y el origen ­Bizkaia, Castilla, Galicia, Asturias, Extremadura y la propia Nafarroa­ de los encerrados.

Con motivo de la presentación del documental en las salas comerciales, ayer se acercó hasta Iruñea Ernesto Carratalá, que ahora cuenta con 88 años y que fue encarcelado en San Cristóbal cuando tenía tan sólo 17. «Yo era menor de edad. Pero un médico militar, el cabrón universitario más grande que ha existido, dijo que tenía 18 y que iba para 20. Era falso, pero lo certificó», explica.

Por tanto, Carratalá fue enviado al penal del monte Ezkaba, a donde llegó en una fecha emblemática: el 14 de abril de 1937. «Una buena manera de festejar el aniversario de la República», señala lleno de ironía.

La llegada a Ezkaba fue uno de los momentos que marcó la vida de Carratalá, ya que, según rememora, «teníamos que dormir en el suelo, la mayo- ría de las veces con un palmo de agua, y llegamos a comer agua, porque en el ‘rancho’ que nos quedaban sólo había tres garbanzos o cuatro lentejas. Había gente que hacía estadísticas con las legumbres que le tocaban. Y ésos eran los números».

La situación en el fuerte San Cristóbal era tan penosa que cuando Carratalá llegó al penal de San Simón, en Galicia, «me pareció llegar al paraíso terrenal porque estábamos en una isla sin rejas y nos daban para comer sardinas asadasy patatas cocidas».

Carrataláexplica que su experiencia en la guerra duró apenasuna semana, ya que el 25 de julio de 1936 «recibí el bautismo de fuego; me hirieron y me hicieron prisionero». Militaba en las Juventudes Socialistas Unificadas y combatía en el Quinto Batallón, que pos- teriormente daría lugar al mítico Quinto Regimiento.

A su padre, militar real a la República, le habían matado nada más comenzar en la sublevación y Carratalá considera que está vivo porque cuando le juzgaron Francisco Franco aún no era el Jefe del Estado fascista. «Le nombraron el 1 de octubre y a mí me juzgaron el 20 de setiembre. Franco ya había tenido conflictos con mi padre en el Ejército antes de la sublevación y estoy convencido de que en cuanto hubiera visto mi nombre hubiera confirmado el fusilamiento. El general Cabanellas, que era masón como mi padre, en cambio, me indultó».

Pero el indulto no suponía salir en libertad, sino ir a la cárcel. Comenzó entonces su periplo carcelario, de 1936 a 1945, «en el que conocí más cárceles que El Lute». Sin embargo, Carratalá subraya que de todaslas prisiones que conoció ­«fui trasladado un total de 2.315 kilómetros, maniatado y en vagones de ganado en los que nos veíamos obligados a orinar por las rendijas»­ la más dura fue la del fuerte San Cristóbal.

Carrataláfue sometido a juicio, pero muchos de los que estaban en San Cristóbal no pasaron por delante de ningún juez. Se les aplicaba el calificativo de «presos gubernativos» y se les encerraba sin que nadie supiera bien dónde.

Uno de ellos era Javier Rocafort, vecino de Zangoza. Su hijo Roberto explicó ayer cómo su madre se dirigió al Gobierno Militar de Iruñea para preguntar qué se necesitaba para que sumarido fuera puesto en libertad. Allí le indicaron que precisaba de tres certificados de buena conducta redactados por el párroco, el alcalde y el mando de la Guardia Civil de su localidad.

La libertad suponia la muerte

La mujer consiguió todos los documentos y Javier Rocafort fue puesto en libertad. «Sin embargo, esto fue su condena a muerte, ya que los matones de todos los pueblos estaban atentos a cuando iba a salir un preso del fuerte para matarlo directamente en cualquier recodo del camino del monte Ezkaba», explica su hijo Roberto, que apunta a la complicidad de las autoridades civiles y religiosas en estos avisos a los autores de los fusilamientos.

El documental “Ezkaba” explica cómo numerosos presos sufrieron la misma suerte que Rocafort y cómo sus huesos fueron sepultados en fosas dispersas por el monte Ezkaba.

Roberto Rocafort denuncia que «nunca se ha tenido en cuenta a lasvíctimas del terrorismofascista» y critica la impunidad con la que actuaron los autores de estas muertes.«Se juzga a los militares chilenos, argentinos y serbios, pero a los españoles nadie les juzga. En Navarra hubo más de 3.000 asesinatos y ni uno solo de los asesinos ha ido a la cárcel. Ni tampoco ningún cura de los que instigaron estos asesinatos», destaca Roberto Rocafort.

Los testimonios de Carratalá y Rocafort son sólo dos de los que pueden verse y escucharse en el documental, que su director califica como «una modesta producción que ha podido salir adelante gracia al trabajo en auzolan».

Junto a ello, Alforja recuerda que la investigación sobre Ezkaba comenzó hace tres años y que «el objetivo era recrear la vida cotidiana de los presos en el fuerte».

Los archivos de la prisión fascista, que se encuentran en la cárcel de Iruñea y en la Dirección General de Instituciones Penitenciarias en Madrid, fueron el punto de partida de la investigación. Aunque los presos «gubernativos» no constaban en ningún registro, los que fueron juzgados sí estaban en esos registros.

El siguiente reto fue localizar en distintos puntos de Galicia o de Castilla a los ex presos que contaban con menos de 25 años cuando estuvieron encerrados en el fuerte de San Cristóbal. En total se entrevistó a 35 personas, de las que un total de once aparecen en el documental. -


 
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