Maite Soroa
La «independencia» de los jueces
La maquinaria judicial española está que echa humo, tan frenética es su actividad para tratar de bloquear el proceso político. Por eso, cuando alguien levanta el dedo para pedir la palabra (con los riesgos que esto entraña) y denunciar el boicot a la ilusión de la inmensa mayoría, los guardias de corps de la derechona fachonga se ponen como basiliscos.Ayer el editorialista de “Deia” sentenciaba que «la conclusión final dura pero absolutamente real es que algunos jueces, amparados y jalonados por la ultraderecha más reaccionaria, se han convertido en un baluarte contra el proceso de paz en Euskadi». No le falta razón al hombre, aunque tal vez se haya echado en falta tan sesuda reflexión tiempo atrás, cuando los agraviados por esa misma maquinaria ultra eran otros. Pues cuando se escriben cosas tan sensatas, llega el editorialista de “El Diario Vasco” y nos suelta que se ha creado «un clima de exigencia, no de neutralidad judicial, sino de la neutralización de la Justicia. Por discutible que sea una determinada resolución judicial o por objetables que resulten los argumentos en que se fundamente, la pretensión de anular o congelar la acción de la Justicia en todo aquello que pueda tener relación con delitos de terrorismo o con procedimientos abiertos en torno a la ilegalización de Batasuna es tanto como proponer la suspensión del Estado de Derecho». Y en “La Razón” Enrique López, un juez que no sé si juzgará mucho o poco, pero opinar de política... no para el hombre, reclamaba el monopolio de la verdad y la justicia:«nadie, por muy alta que sea su responsabilidad, puede esperar del Poder Judicial otra conducta ni resultado que no obedezca a la lógica de la ley y por ello las llamadas reiteradas a tener en cuenta una realidad social (...) además de no tener ningún rigor jurídico, suponen un deseo de querer poner al propio poder Judicial al servicio de un proceso político». O de la sociedad, ¿no le parece? Y al final Pedro J., en “El Mundo”, arenga a las
masas:«Hay líneas rojas que no se pueden cruzar en una democracia y una de ellas
es la independencia de los jueces. Si persiste la ofensiva nacionalista contra
ellos y el Gobierno sigue instalado en esa ambigüedad calculada que tanto
estimula la erosión de la Justicia, habrá llegado la hora de salir a la calle
para defender este principio básico del Estado de Derecho». ¡Hala por ahí! - msoroa@gara.net
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