Le honra al Sr. concejal tener el valor de contestarme públicamente, porque lo normal en estos temas de Cultura ha sido dar la callada por respuesta. Siento que sus criterios sean efímeros porque su permanencia en el cargo parece que también es efímera. ¿Ve?, ahora que empezábamos a hablar, tendremos que zanjar la discusión y esperar a ver qué se le ocurre al nuevo edil. !Esta política!

Me ratifico en la metáfora de la «vanguardista malversación de fondos públicos» o llamémosle «bilbai- nada», que le será más familiar. Con ello quiero decir, en resumen, que el presupuesto de Cultura se reparte y se maneja de acuerdo con las habilidades o querencias de quien lo administra, sin criterios conocidos, al margen de las proporciones o desproporciones de su destino, lo adecuado o inadecuado de sus cantidades, lo efímero o duradero de lo subvencionado. Esto, en la empresa privada puede ser motivo para que los «socios» pidan la intervención de un censor de cuentas, para que se produzca una inspección de hacienda, o se pueda exigir la responsabilidad del administrador al que, en un momento dado, le pueden embargar el piso, por ejemplo. En la administración pública el déficit de una mala o arbitraria gestión, se enjuaga sacando una partida de otro lado, sin que el gestor responsable sufra ninguna molestia por parte de los socios. Se tiene la mala costumbre en este sector de la administración municipal, hace demasiados años, de no tener que justificar nada de lo que se hace.

Hay, y ha habido en el Area de Cultura, una querencia por los fuegos artificiales, por lo grandiosamente efímero, por disfrutar de un discurso inaugural y un momento de gloria y mañana ya se verá. Las cuentas del área municipal de Cultura son absolutamente ilegibles, no sólo para la gente de la calle sino para los propios componentes del Ayuntamiento. Se ha conseguido hacer de las cuentas públicas de cultura un jeroglífico indescifrable que por lo que veo no entienden ni los propios funcionarios del Ayuntamiento. Son muchos años ya de mayoría.

Sr concejal, es muy difícil pedir criterios de honestidad y libertad (de los que no dudo) a los responsables de la programación del Arriaga, o del Bilbo-Rock, o de las casas de cultura y de la dirección del BAD, cuando son, primero de todo, funcionarios del Ayuntamiento, sometidos a la jerarquía municipal, a las insinuaciones o «sugerencias» de sus superiores, con unos presupuestos escasos y unas premisas que yo, la verdad, aún no sé quién las establece. Es peligrosa la municipalización de la cultura porque se acabará creando un superior jerárquico único: el Sr. alcalde, o peor: «el señor alcalde dice..., me parece que al señor alcalde le parece...», y por ahí vamos mal. Al diseño gráfico de la «M» de metro y a la «B» de Bilbao, habrá que añadirles la súper «A» de alcalde. La «A» del Arriaga sería un poco más pequeña para diferenciarlas.

Porque no quiero que estas cartas sean una cuestión entre usted y yo, aunque he tratado de hablar en nombre de la profesión, me gustaría dejarle unas preguntas, no sólo para usted (que me despierta ternura, porque me despiertan ternura los chivos expiatorios) ni tampoco para que me las responda en el espacio de una carta, sino para que sean motivo de debate entre los agentes de la cultura de Bilbao a quienes convoco y en nombre de quienes pido una puerta abierta y transparencia. Estas son:

1.- ¿Qué presupuesto tenía la producción del Arriaga “La tempestad” y “Hamlet”? ¿Qué pretendía este inesperado proyecto? ¿Cuánto se ha gastado? ¿Cuánto queda para los compromisos posteriores de Lluis Pascual y en qué consisten? ¿Qué quedará como perdurable en Bilbao con esta, cara, experiencia?

2.- ¿Qué previsiones de línea, de contenidos y económicas hay para las siguientes ediciones del BAD y los otros eventos de esta índole que se celebran a lo largo del año? ¿Quién lo decide y en manos de quién debe estar? ¿Qué finalidad tienen?

3.- ¿Seremos capaces la profesión y la administración de diseñar un plan para Bilbao que sirva para tener un proyecto compartido, y que pueda crecer y consolidarse, al margen de los avatares políticos?

Por último, deje que me parafrasee a mí mismo y que le diga que estoy triste, porque seguimos siendo en Bilbao «teatreros sin teatro», y deje que le diga también que es triste «consumir la vida profesional viendo pasar concejales y directores de difusión cultural que dicen en efímeros pero solemnes discursos: hola y adiós». -