Jabi Otsoa de Alda - Terapeuta; licenciado en Historia
La otra xenofobia
Las actuaciones de las actuales instituciones navarras en los últimos años para con el euskera salta a la vista que están encaminadas a frenar su desarrollo y a hacerle el mayor daño posible, aunque algunos supuestos progresistas traten de minimizarlo o relativizarlo. Mi opinión es que son bastante más graves de lo que como sociedad estamos interpretando, pues traspasan el aspecto puramente lingüístico y el de la mera agresión a una lengua y se sitúan hace ya tiempo en el terreno de la ética social en general, alcanzando sus actuaciones la categoría de una de las más execrables consideraciones en este ámbito, la xenofobia, cultural en este caso.
Cuando oímos un comentario despectivo referido a la forma de vestir, comer o hablar de otra cultura, si además los y las componentes de la misma están viendo mermados sus derechos como personas por otro grupo cultural del que en esos momentos está dependiendo, lo consideramos un acto xenófobo. Recordemos los comentarios de Berlusconi sobre la, según él, menor categoría de la cultura árabe. Efectivamente, cuando una masa social apoyada en su sistema legal conculca los derechos de otra cultura por el hecho, entre otras cuestiones, de no pertenecer a la misma, lo consideramos xenofobia o racismo; actos de desprecio a sus iconos culturales por ejemplo. En el mismo orden de cosas, si una cultura posee derechos adquiridos propios e instalados en un determinado espacio geográfico y político en el que irremediablemente ha de desarrollar- se, y se ve mermado y frenado su desarrollo vital por otra cultura de mayor peso coercitivo y legal, seguiríamos pensando lo mismo, máxime si esta última lo hace porque se considera «superior» a la otra. Es precisamente lo que está sucedien- do en Navarra entre la cultura navarroespañola y la cultura navarrovasca.
Imaginemos una hipotética situación en la que alguna policía navarrovasca (en una Euskal Herria autodeterminada, por ejemplo) se dedicara a robar y destrozar algún icono cultural de otra cultura, o considerado como tal: iconos árabes, o centroeuropeos, o clásicamente español como estatuas del Quijote (entendiéndolos como iconos y salvan- do la diferencia de tratarse de un elemento literario, o simplemente de antiguas creencias populares como el Olentzero). Este acto de desprecio y violencia a un icono cultural navarrovasco muy querido como es el Olentzero se ha dado por parte de las Fuerzas de Orden Público robándolo y destrozándolo precisamente, y se une a otras actuaciones no menos graves para con esa «otra cultura»: negativas de licencias a la emisión de una radio o televisiones locales exclusivamente en euskera; desatención a las peticiones ma- yoritarias de ayuntamientos sobre su inserción educativa en la zona mixta; establecimiento de números clausus forzados para evitar la formación de determinados modelos educativos; reducciones de subvenciones y ayudas a organismos de apoyo al euskera; negativas de rotulación bilingüe incumpliendo normativas propias; reducción a la mínima expresión, o menos, de la exigencia a conocer una de las lenguas de Navarra en las distintas instituciones públicas; revocaciones de decisiones municipales en cuanto al nombramiento bilingüe de la denominación oficial de una localidad; negativas de subvenciones hasta hace bien poco y durante años a algunas ikastolas; sanciones administrativas por realizar salidas con el Olentzero; y un largo etcétera al que habría que añadir una de las decisiones más escandalosas a mi modo de ver, por la importancia de sus consecuencias y por el asco y dolor que me producen, como es la prácticamente prohibición de una presencia digna del euskera en la Universidad, reafirmada con el mayor descaro hace escasas fechas.
El perjuicio que se infiere a una lengua en fase de recuperación, a la que se tiene perfecto derecho, es letal y sus promotores lo saben; es atentar contra un organismo débil, herido, que quiere levantarse y al que se está continuamente agrediendo. Evidentemente cuando atacamos algo en situación de gran vulnerabilidad el efecto de la agresión se multiplica. El verdadero motivo de estas agresiones es esa consideración de cultura superior sobre cultura inferior, y este concepto en sí mismo es ya xenófobo. Se diría que ambas culturas pertenecen a todos y a todas, también la cultura agredida debe pertenecer a quien atenta contra ella, por lo que las actuaciones referidas serían fagocitadoras de algo que es propio, pero en el fondo del cuadro de valores de los diseñadores de las políticas de acoso y derribo del euskera en Navarra, no está el de que la cultura euskérica sea suya, aunque lo tengan que decir en público, por lo tanto no comparten el que estén practicando fagocitismo, o sea, comerse lo pro- pio; ellos realmente atentan contra lo otro, la cultura inferior, que no merece los mismos espacios de calidad que la superior, por ejemplo en la Universidad.
No existen culturas superiores o inferiores, en todo caso estarían en diferentes grados de desarrollo. Si a una cultura se le permite su pleno ejercicio con todas las condiciones a favor (recordemos que a lo largo de la historia esto no ha sido así), llegará a las mismas cotas de definición, de conceptualización, de riqueza, de sutileza, de composición, de complicación, de creación, de adaptación a todas las ciencias y expresiones humanas, de conexión de conceptos e ideas, de posibili-dades de creación lírica, narrativa y expresiva, de desarrollo en cualquier campo científico y todo lo que se nos ocurra añadir.
El euskera está prohibido que se desarrolle dignamente en la UPNV, enésimo acto de xenofobia cultural y de una importancia fundamental. El euskera tiene derecho a estar en igualdad de condiciones en la universidad navarra y quien lo niega (UPN-CDN y un PSOE cómplice) está realizando un acto de xenofobia cultural de alto grado, porque la medida coercitiva es de vital importancia para la supervivencia del euskera en Navarra como lengua y cultura de dignidad. -
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