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Gara > Idatzia > Kultura 2006-11-13
Alvaro CENDOYA | Pianista
«Garbizu une la música culta con la popular de forma admirable»
El donostiarra Alvaro Cendoya es el protagonista de un nuevo disco editado por el sello Naxos, que recoge parte del repertorio pianístico de Tomás Garbizu, concretamente, sus piezas basadas en el folklore de Euskal Herria, y que registra por primera vez obras como el «Aurresku»» o las «Danzas vascas».

Alvaro Cendoya, hijo de padre vasco y madre iraní, conoció personalmente a Tomás Garbizu y lleva muchos años tocando su música por medio mundo. El “Aurresku”, por ejemplo, fue estrenado en Connecticut. La reciente inclusión del CD en el catálogo de Naxos Internacional supone un paso importante en la difusión de la obra del compositor lezotarra y de la música popular de Euskal Herria.

­¿Cómo surgió la idea de este disco dedicado a Garbizu?

Surgió a raíz de una invitación de “Deia”, que tiene una colección de clásicos vascos, para grabar un disco con música de algún compositor de aquí. Yo entonces estaba trabajando mucho con la música de Garbizu y les propuse su nombre para un monográfico. A la hora de elegir el repertorio, como a mí siempre me ha interesado mucho el folklore y la música popular, intenté reunir un programa dedicado a los bailes vascos. Les interesó y de ahí surgió el disco.

­¿Y qué es lo que contiene exactamente el disco?

El CD reúne adaptaciones echas por Garbizu de canciones que, muchas de ellas, fueron escritas en origen para txistu. Incluye un “Aurresku”, dos colecciones de “Bailes” y “Danzas vascas” y cuatro “Preludios” vascos. Termina con una selección de 22 canciones de las casi 50 que escribió para la Colección Santesteban, y en las que están representados prácticamente todos los tipos de bailes vascos, ingurutxos, gizon-dantzas, esku-dantzas, etcétera.

­Aunque Garbizu tome como base las melodías populares, los arreglos que realiza son en algunos casos muy elaborados y densos...

Encuentro algo muy interesante el que lo popular se pase a un instrumento culto como el piano. Ese enfoque, con el bagaje de toda la escuela clásica pero con la esencia de la música popular, es un campo que siempre me ha atraído mucho, y Garbizu, en particular, lo realiza de una manera admirable. Las piezas contenidas en este disco destilan una sensibilidad hacia la música popular que se puede encontrar en muy pocos compositores. Garbizu recoge muy bien, en el contexto de unos arreglos que efectivamente a veces pueden llegar a ser muy complejos, la esencia de esas melodías y esos bailes del pueblo llano.

­¿Cuáles son los hándicaps que presenta esa simbiosis entre el piano y la música popular?

Durante el tiempo que estuve estudiando las obras, pude consultar con músicos y bucear en archivos, porque, como ya he dicho, la mayoría de las melodías estaban escritas para txistu. El principal problema es que los tiempos, los aires, no concuerdan exactamente a la hora de tocarlos en un piano. Ahí sí existe un desfase entre la melodía, que pudo ser compuesta con la finalidad de ser bailada, y su adaptación al piano.

­¿Y cómo ha abordado usted la interpretación de estas piezas?

Salvando épocas y distancias, algunas de estas piezas se pueden abordar como se hace con las “Mazurkas” de Chopin, aunque, obviamente, Garbizu no tiene la escritura pianística de Chopin. Pero lo que está claro es que la interpretación de este tipo de obras no se puede encarar partiendo desde un punto u otro: solamente cuando has estudiando profundamente ambos elementos, el culto y el popular, tú, con tu criterio y sensibilidad, puedes llegar a unirlos. El peligro de este tipo de músicas es que han solido ser abordadas o bien de una manera demasiado académica o, por el contrario, por músicos que quizá no tenían una formación técnica muy sólida. Eso se nota, por ejemplo, cuando tienes a un tenor como Plácido Domingo cantando tangos. El resultado es extraño. Tampoco pondrías a Carlos Gardel cantando ópera. Yo me he preparado todo lo que he podido para este disco, he escuchado mucha música de txistu, he colaborado con el txistulari Aitor Amilibia, he ido a conciertos en Durango, etcétera, y creo que he dado con un buen término medio para interpretar estas piezas.

­Usted fue alumno de Garbizu, ¿qué recuerdo guarda de él?

Fui alumno suyo en cuarto de solfeo, cuando aún era un niño. Después tuvimos contacto en la calle e incluso vino a cenar a mi casa en alguna ocasión. Guardo el recuerdo de una persona elegante, en todos sus aspectos, muy correcta pero también muy en contra de cualquier tipo de hipocresía. A veces podía dar la sensación de ser un hombre agrio, pero estaba lleno de ternura y dulzura. Recuerdo sus clases para nada aburridas, llenas de anécdotas, y es quizá el profesor del que tengo un recuerdo más vivo de mi paso por el conservatorio.

­En el caso de Garbizu, ¿considera cierto el dicho de que la música es el fiel reflejo de la personalidad de su autor?

Yo creo que sí. He tenido la suerte de conocer a Garbizu y luego tocar su música, y en este caso pienso que la música de Garbizu, con todos sus choques disonantes, sus sarcasmos, sus ironías y sus cambios de humor, sí son el reflejo de esa persona, por lo que yo a mi edad podía apreciar.

­Para usted, ¿qué importancia tiene que este disco se haya reeditado ahora en Naxos?

Teniendo en cuenta el momento que está viviendo la industria discográfica, con graves problemas económicos derivados del pirateo, el que te publique un sello como Naxos, con una de las mayores distribuciones a nivel mundial, es como que te toque la lotería. Pienso, además que, a la música de Garbizu, el estar en el catálogo de Naxos es lo mejor que le podía pasar a nivel discográfico. -


 
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