Durante décadas los servicios de inteligencia de EEUU y de los demás países de la OTAN tenían catalogado a Markus Wolf como el «espía sin rostro». Sabían que él dirigía el servicio secreto exterior del Ministerio de Seguridad de la República Democrática Alemana (RDA), pero hasta los años ochenta no existía foto alguna de él, por lo menos no accesible para la opinión pública. El fantasma de carne y hueso se convirtió definitivamente en una leyenda cuando en 1974 uno de sus espías, Günter Guillaume, fue detenido, siendo el secretario del entonces canciller de la República Federal de Alemania (RFA), el socialdemócrata Willy Brandt.
Wolf murió el pasado jueves en su apartamento en el casco antiguo de Berlín a los 83 años de edad.
Wolf nació el 19 de enero de 1923 en Hechingen, una villa en el land occidental de Baden-Württemberg. Su padre era el médico y dramaturgo Friedrich Wolf. Por ser comunista y judío el padre se exilió con su segunda esposa Else y los hijos hasta Moscú cuando los nazis llegaron al poder. En la Unión Soviética Markus cursó sus estudios y en 1942 se afilió al PC alemán. Entonces conoció a aquella generación de hombres que después de la derrota del nazismo construyeron la RDA sobre las ruinas del Tercer Reich.
Mientras su hermano Konrad se hizo famoso como director de cine, Markus veló por la seguridad del primer estado socialista en territorio alemán. Desde 1952 hasta 1986 dirigió el servicio secreto del MfS, siendo lugarteniente del ministro Erich Mielke. Cuando Wolf se retiró ostentó el rango de coronel general y un sin fin de condecoraciones por su labor.
De hecho, había conseguido instalar en los puntos más neurálgicos de la República Federal Alemana (RFA) y de la OTAN a sus informadores. Aparte del ya mencionado Guillaume, destacó la directora del servicio secreto exterior BND, Gabriele Gast, que pasó sus informaciones a los hombres de Wolf, o Klaus Kuron, responsable del servicio secreto interior BfV para las operaciones clandestinas contra la RDA.
Cuando cayó el Muro de Berlín, justamente el 9 de noviembre de 1989, se produjeron algunas delaciones que destaparon parte de la red de Wolf en Alemania. Ante los tribunales de la RFA, a los que siempre tildó como «la justicia de los vencedores», no reveló nunca a ninguno de sus 4.000 agentes. Las voces críticas desde su Ministerio le acusaron por no haber negociado ninguna amnistía tanto para los agentes occidentales que como fue el caso de Gast, entre otros tuvieron que purgar largos años de cárcel como para los integrantes del MfS que hoy en día reciben sólo una pensión inferior a la que les correspondería. Aunque Wolf fue condenado a varios años de cárcel no tuvo que cumplir las penas entre rejas, porque la Corte Constitucional anuló una condena mientras que la otra fue rebajada una de libertad condicional.
Después de la unificación alemana, Markus Mischa Wolf se dedicó a escribir libros: primero sobre su tarea de jefe de espionaje, después recuerdos autobiográficos y como último libros de cocina con recetas rusas. No quiso profundizar más allá de sus recuerdos escritos. Preguntado por ejemplo por la importancia del estado español para el espionaje de la RDA, Wolf respondió muy escueto: «Sólo nos servía como punto de encuentro, nunca fue objetivo de nuestro trabajo».
Después de los juicios a que fue sometido parece que Wolf hizo las paces con el sistema capitalista en el cual vivió hasta su muerte el 9 de noviembre, justo en día en que cayó el Muro de Berlín y con ello la versión europea del socialismo -
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