MADRID
La valona Justine Henin Hardenne se doctoró en el Madrid
Arena, escenario donde conquistó el primer Sony Ericsson Championships de su carrera y heredó el título de maestra cuya corona defendía la finalista, la francesa Amelie Mauresmo, despojada también por su rival de la condición de número uno mundial.
En apenas hora y media y en sólo dos sets (6-4 y 6-3), la tenista de Lieja arrebató a su rival toda la gloria que había atesorado durante su estancia en Madrid. Hace una semana, Mauresmo llegó como campeona, en la cima del ránking de la WTA y cono principal favorita. Se marcha de vacío. Contemplando cómo su adversaria presume del resplandor del éxito.
Henin tiró de talento para lograr el triunfo e igualar a seis sus enfrentamientos. Es parte de la fisonomía de una tenista marginada del valor del músculo. Argumentos que han hecho trizas las dosis químicas de los laboratorios. Que experimentan de campeonas. Nada tiene más tenis que la muñeca de la valona, que después de dos meses al margen de la competición por culpa de una lesión en la pantorrilla derecha producida en la final de la Copa Federación contra Italia, ha vuelto pletórica, a lo grande, para ampliar un palmarés nutrido que engrandece con un entorchado ausente hasta ahora.
Henin Hardenne va a cerrar el curso como primera del mundo, con seis títulos a la espalda. Entre ellos Roland Garros y el Masters Femenino, que auxilia con los de Sydney, Dubai, Eastbourne y New Haven. Además, se quedó a orillas de los otros tres grandes: en Wimbledon y el Abierto de Australia cayó contra Mauresmo y en la del Abierto de Estados Unidos frente a la rusa Maria Sharapova.
Henin Hardenne aprendió pronto la lección del encuentro del viernes, donde Mauresmo venció en tres sets (4-6, 7-6 (3) y 6-2) en el último encuentro de la fase de grupos. La francesa llevó el duelo al aspecto físico. Y en ese escenario pocas la vencen.
No ocurrió así en la final. La valona, consciente de que la extensión a tres parciales suponía una condena, realizó un juego ofensivo, lleno de desparpajo en las cercanías de la red, y desarboló a la francesa, desprovista de las garantías de su saque. Mauresmo perdió su servicio en seis ocasiones, por lo que cada uno de los tres breaks que consiguió carecieron de importancia.