Pocas regiones están tan bien defendidas manu militari como el Cáucaso pero cuando Ruslan Yenaldiev contempla la imponente cadena de montañas no piensa en alta tecnología militar, sino en un caballero barbudo montado en un semental blanco.«Encontre recientemente aquí mismo a un niño que me aseguró haber visto al caballo en el cielo», asegura este hombre de negocios de 28 años tras haber rezado al misterioso jinete, conocido como Ouasterji, en un bosque sagrado cerca de la ciudad de Valdikavkaz, en Osetia del Norte, en el corazón del Cáucaso Norte.
Ruslan Yenaldiev es osetio, una etnia de alrededor de medio millón de personas que habita un enclave altamente estrategico del Cáucaso en el que se encuentran dos cimas que conforman la frontera con Georgia, país que vive con Rusia una guerra fría tras la llegada al poder en 2004 de un prooccidental, el presidente Mijail Saakachvili.
Pero defender una posición clave en esta inestable región no es lo único que convierte a los osetios en únicos.
Ellos serían los descendientes de los escitas, una tribu nómada irania de la antigüedad que, en pleno siglo XXI, continúan practicando una religión pagana cuyos orígenes se pierden en la noche de los tiempos.
Son, asimismo, mayoritariamente cristianos, ortodoxos, lo que les distingue de la mayoría de los pueblos de alrededor, musulmanes. Su religión les convirtió en aliados naturales de Rusia durante la violenta conquista zarista de esta región montañosa.
«Los osetios tienen un papel aparte por razón de su religión. Son además el único pueblo norcaucásico que está alineado sin ambages con los rusos», explica Ruslan Bzarov, historiador en la universidad estatal de Vladikavkaz, capital de Osetia del Norte. «Los osetios albergan el sentimiento de ser únicos», añade este experto.
Pero aunque los rusos consideran a los osetios como sus aliados, pocos de ellos conocen al jinete volador, ni hasta qué punto las costumbres osetias son tan distintas de las suyas.
Iran y zoroastro
Ruslan Yenaldiev es cristiano, sí, pero cree igualmente en el dios Jutsau, fundador de una religión practicada por los ance stros iranios de los osetrios y que está en el origen del zoroastrismo.
Tras haber sobrevivido milagrosamente a un accidente de circulación, Yenaldiev se dirigió recientemente a un oquedal secreto para rezar a Ouasterji, un importante santo de Jutsau y protector de los osetios.
Ouasterji es habitualmente representado como un jinete con armadura que galopa por el cielo sobre un semental blanco que tiene unos testículos prominentes. Son muchas las leyendas que le describen apareciento sobre las montañas y las aldeas de Osetia.
«He venido para mostrar mi gratitud», asegura después de la ceremonia, en la que ha orado, brindado y comido tortas de queso partidas en ocho pedazos, una combinación que, sostiene, busca la «armonía cósmica».
Las tradiciones ligadas a Jutsau recobraron ímpetu tras la desaparición de la URSS y «simbolizan la libertad y la unidad de los osetios», explica el historiador Ruslan Bzarov.
Con motivo de la fiesta de Ouasterji, miles de personas se reunen en el bosque y proceden al sacrificio ritual de bueyes y carneros.
Pero en el Cáucaso Norte, la diferencia es peligrosa. Sus vecinos ingushes, musulmanes, acusan a Moscú de haber sostenido a los osetios en el conflicto que enfrentó a ambas comunidades en 1992, y en el que decenas de miles de ingushes fueron expulsados de sus hogares en llamas.
En 2004, a los osetios les tocó ser las víctimas cuando un comando islamista caucásico secuestró a un millar de personas en una escuela de Beslan. El asalto militar ruso que acabó con el secuestro se saldó con la muerte de 332 personas, la mayoría escolares.
Además, los osetios están inmersos en el corazón de un
conflicto entre Rusia y Georgia en torno al enclave de Osetia del Sur, cuya
mayoría exige separarse de Georgia para unirse a sus hermanos del norte y, en
definitiva, a Rusia. La población del enclave ratificó hace semanas en
referéndum esta opción, aprobada en 1991, en pleno desmoronamiento de la URSS.
Osetia del Sur, poblado por alrededor de 82.000 personas sin contar los
georgianos huidos en el transcurso de los enfrentamientos de la década de los
noventa, es una de las picas en Flandes con que cuenta Rusia en repúblicas
otrora soviéticas pero hoy enemigas de Moscú, junto con Abjasia, también en
Georgia, y Transdniéster, en Moldavia. -