BILBO
Inés Medina ha dedicado su carrera artística al análisis de los elementos que confluyen en la pintura. Se ha fijado, en particular, en los colores, la profundidad, las líneas horizontales y verticales, y el punto.
La artista nació en Cáceres hace 56 años. Contaba con 6 años cuando se instaló en Euskal Herria. Embarazada de su segunda hija, comenzó sus estudios de dibujo y pintura en el Museo de Reproducciones de Bilbo, con ManuelBalsa. Entonces no pensó que iba a convertirse en una pasión, tal y como reconoció en la presentación de la exposición que ocupa el Aula de Cultura de la BBK.
Continuó su formación en la facultad de Bellas Artes de la UPV y formó parte del grupo artístico integrado por Txomin Badiola, Darío Urzay, José Chavete, Juan Luis Moraza, Jesús Mari Lazkano e Iñaki Zaldumbide. Compartió varias exposiciones con ellos pero finalmente decidió apartarse del colec- tivo porque «mis expectativas eran diferentes», apunta la artista. Así, se «encerró» en su estudio para caminar en solitario.
En 1987 se trasladó a Madrid, contactó con algunas galerías y expuso en varias de ellas. En 1995 recibió la Beca de Investigación Plástica en el Extranjero delMinisterio español de Cultura y ya en el mes de noviembre viajó a Nueva York, donde decidió fijar su residencia. De esta ciudad le gusta la forma en que se valora el trabajo del artista.
La Fundación Adolph and Esther Gottlief Foundation le concedió el año pasado el galardón-beca que premia procesos de trabajo maduros.
Oteiza y Mondrian son dos figuras clave en el devenir de la obra de Inés Medina. Si bien comenzó en la pintura con la representación de lo natural, pronto fue caminando hacia una abstracción total.«Sentía la necesidad de conocer todos los elementos que están en una imagen», dice. Comenzó por el estudio del color y, posteriormente, abordó el espacio.
Parte de su carrera la dedicó a buscar imágenes tridimensionales, «pero de una manera pura, sólo con líneas verticales y horizontales, y los colores primarios».
Examinó con detenimiento a Mondrian, aunque su intención era «llegar más lejos, aportar algo más», reconoce. ‘‘El espejo’’ cierra casi 15 años de investigación.
En Nueva York decidió empezar de cero. Con anterioridad, había empleado el ordenador para medir las líneas, pero en un momento dado se convierte en una herramienta de trabajo más. En Bilbo se pueden admirar varios cuadros realizados con la computadora.
Del análisis de los límites entre dos puntos pasó a interesarse por la relación entre una persona y otra. Es el comienzo de su reafirmación como mujer. A partir de ese momento, sus imágenes recogen fragmentos anatómicos y referencias al mundo de la mujer.
Su última serie se titula ‘‘El júbilo del ser’’, grupo que inauguró con el cuadro ‘‘Percepciones’’. Le siguieron dos relacionados con la columna vertebral y los chacras. Los arquetipos sociales son otra de sus preocupaciones.
La muestra que puede contemplarse en el Aula de Cultura de la BBK se titula “Feminidad Unificada’’. La creadora pensó en un inicio denominarla ‘‘Homenaje a la feminidad’’ y la dedica, a través del catálogo, «a todas las mujeres de la historia no contada, que hayan sufrido discriminación o vejación de cualquier tipo por su condición de féminas».
La exposición puede visitarse hasta el 16 de diciembre.