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Gara > Idatzia > Mundua 2006-12-04
Txente REKONDO*
Balance de un viaje politico
Concluida la visita de Benedicto XVI a Turquía, toca ahora analizar todo lo que ha rodeado a esa polémica visita papal a un Estado como el turco, de mayoría musulmana y donde sólo una mínima minoría de su población se define como cristiana. Este viaje ha mostrado al máximo mandatario del Vaticano el rechazo o la indiferencia de la población turca, que no obstante ha tenido que soportar, y sufragar, el enorme despliegue policial para «proteger y asegurar» los paseos turcos de Benedicto XVI.

A pesar de que al inicio de su periplo desde el Vaticano se apuntó que éste no «es un viaje político, sino pastoral, de diálogo con el islam y con la Iglesia ortodoxa y, además, de compromiso por la paz», lo cierto es que la política y la religión han centrado la agenda papal, aunque la primera se haya ubicado de una manera más sutil y no haya sido resaltada por la ola de medios de comunicación occidentales que han seguido los acontecimientos.

Mientras esos medios nos hacían partícipes de la noticia del viaje, colocando el mismo en el centro informativo de estos días, la población turca ha dado la espalda al representante del Vaticano, ya que, por un lado, los sectores laicos de la sociedad turca siguen defendiendo la no intromisión de la religión en política y, por otra parte, los sectores más politizados y radicales del islamismo no han podido mostrar su rechazo público, en buena medida por el impresionante despliegue militar y policial que ha blindado a Benedicto XVI. Así, más de 14.000 policías se han desplegado en Turquía, con el apoyo del Ejército, lo que ha convertido estos días a Ankara y Estambul en dos ciudades en «estado de sitio policial», con unas medidas de seguridad que no alcanzaron tales niveles ni cuando el presidente de EEUU, George Bush, visitó el país.

Rechazo generalizado

Los intentos por superar el importante rechazo que produjo en el mundo musulmán tras sus deplorables declaraciones hace unos meses, no han sido suficientes a la vista de las declaraciones de importantes dirigentes de los diferentes sectores políticos del país. Los sectores islamistas no han perdonado lo que ellos interpretaron como un desplante hacia su religión, mientras que la oposición conservadora y laica no olvida tampoco otras intervenciones del actual Papa posicionándose en contra del acceso de Turquía a la Unión Europea.

En un principio, el propio primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, había señalado su intención de no reunirse con Benedicto XVI, alegando problemas de agenda, ya que durante esos días se encontraría en la cumbre de la OTAN. No obstante, finalmente se encontró durante un breve espacio de tiempo en el aeropuerto de Ankara, escenificando una vez más la recepción amistosa de la «élite política y oficial», en claro contraste con la indiferencia popular.

Para dar ese paso, Erdogan ha tenido que hacer frente a importantes presiones, pues es consciente de que su base electoral se nutre en su mayor parte de los sectores religiosos islamistas del país, quienes no veían con agrado esta visita. Al mismo tiempo, consciente del difícil momento que atraviesa el proceso negociador para que Turquía se incorpore a la Unión Europea, el primer ministro turco habría intentado bajar la tensión con ese acto protocolario.

Numerosas incognitas

Detrás de este viaje surge un gran número de incógnitas. Nadie se cree que la invitación de la Iglesia ortodoxa sea la clave para descifrar el interés papal por la visita. Se ha difundido en algunos medios lo que se ha denominado la «agenda amplia» de Benedicto XVI, donde además de reforzar algunos lazos de acercamientos entre católicos y ortodoxos, se buscaría una mejor posición dentro del escenario político europeo. Defensor inconfeso de la influencia de la religión, de la suya claro, en materias políticas en el continente europeo, el máximo dirigente del Vaticano estaría maniobrando para recuperar peso político allí con la excusa de un acercamiento entre el islam y Occidente, donde la religión podría ser el puente necesario. Un hipotético escenario donde ya se adivina el papel central y clave que estaría dispuesto a jugar Benedicto XVI, recuperando la centralidad para su ya bastante desacreditada Iglesia y de su papel como interlocutor en esa situación. Por ello no es descabellado pensar que estaría buscando «relanzar las raíces cristianas en Europa» ante el descenso de su influencia.

De todas formas, tal vez así se pueda realizar una lectura en clave europea del viaje a Turquía, porque si se trata de dar lecciones de moralidad y ética, el representante del Vaticano debería explicar el posicionamiento y el papel de su institución en las masacres desde el siglo XV en Latinoamérica, donde se hizo célebremente triste la expresión de «la cruz y la espada», o el apoyo de sus altos mandatarios a los regímenes más sanguinarios de esa misma región en el siglo XX, por no hablar de los incontables casos de abusos a menores por parte de los miembros de esa Iglesia, entre otras actuaciones.

El Gobierno turco sigue por su parte su propia agenda de acceso a la UE, a pesar de los importantes reveses que se han sucedido estos días. Desde la Unión se acusa a Turquía de haber incumplido sus reformas en materia de libertad de expresión, de protección de los derechos de las mujeres y las minorías, y más recientemente todo el affaire en torno a Chipre. La suma de esos obstáculos ha suscitado una nueva ruptura de las negociaciones, un proceso que lleva años inmerso en constantes intentos de avanzar pero que no logra materializar un Acuerdo que acabe regulando las relaciones entre la UE y Turquía.

Por otro lado, dentro de la propia sociedad turca se aprecian importantes signos de crisis identitaria. Así nos encontramos enfrentadas posiciones de todo tipo, entre islamistas y occidentalistas, entre tradicionales y seculares, entre el Este y el Oeste, lo que hace en ocasiones difícil articular un discurso uniforme sobre la realidad del país.

Turquia y la UE

Un sinfín de acontecimientos locales y externos tiene influencia en el devenir turco. Las difíciles negociaciones con la UE, el problema palestino, la guerra de Irak, el ascenso del islamismo militante, las declaraciones papales sobre historia del islam, Kurdistán, la alianza con la política de WashingtonŠ son todos ellos asuntos de importante calado y que afectan a diferentes actores, y en los que Turquía tiene también sus propios intereses.

Turquía sabe que sus colaboraciones pueden y deben tener una lectura en clave interna, de ahí que su presencia militar en Líbano o su apoyo a la «guerra contra el terror» busque contrarrestar la balanza en las negociaciones con la UE y maniobrar con mayor libertad contra el pueblo kurdo y sus justas aspiraciones.

La carrera para el acceso de Turquía a la UE va a continuar llena de obstáculos, en ocasiones provocados por la postura turca, pero en otras por las propias contradicciones ideológicas y políticas que mantiene la Unión Europea en su seno.

La situación en ese escenario puede complicarse todavía más en los próximos meses, a la vista de las diferentes citas electorales que se sucederán el próximo año. En Turquía en mayo se celebrarán las elecciones presidenciales, en las que el actual primer ministro Erdogan tiene puesta su mirada, y en noviembre la cita será con las legislativas. Para entonces puede reforzarse la posición del partido gobernante o abrirse una nueva crisis política en Turquía. Además, no conviene olvidar otras citas electorales en Europa, como las que se celebrarán en el Estado francés y que seguramente también repercutirán en las negociaciones posteriores. De momento, según citan algunas fuentes de Bruselas, el acceso de Turquía a la UE progresa «técnicamente, pero en materia política la situación es insalvable de momento». -

(*) Txente Rekondo: Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)


 
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