Pello ZABALA | Autor del ensayo sobre meteorología «Zeruan, zer berri?»
«Nadie ha inventado las témporas para engañar a nadie»
Franciscano, amante de la música y buen aficionado a la meteorología, Pello Zabala deja por unos días sus predicciones del tiempo en la radio o su recién estrenado blog para dedicarse a presentar su nuevo libro, «Zeruan, zer berri?». Cómo no, trata de meteorología, pero esta vez en forma de ensayo donde cuenta cómo ha cambiado la forma de pronosticar el tiempo desde sus inicios en Euskadi Irratia hasta hoy.
Nació en 1943 a las faldas del Txindoki, en la misma
villa guipuzcoana donde rivaliza en popularidad con quien fuera pastor,
bertsolari y mejor humorista Pernando Amezketarra. Todavía no tiene un busto en
su honor como el bueno de su antepasado, pero seguro que a ambos les une esa
preocupación que desde tiempos ancentrales han tenido los vascos por saber el
tiempo que les espera. Pello Zabala, el franciscano de las témporas de
Arantzazu, acaba de presentar su segundo libro tras ‘‘Naturaren
Mintzoa’’, que lleva por título ‘‘Zeruan, zer berri?’’ (Editorial
Alberdania).
«Zeruan, zer berri?». ¿Y qué es lo que hay de nuevo en el cielo?
El título viene de la frase que recogía Joxemiguel Barandiaran en el Goierri, donde solían decirle a la Luna aquello de Ilargi amandrea, zeruan zer berri?, y en otras zonas era al sol. No es un libro sobre meteorología, pero la idea nace a partir de que uno se da cuenta de, en poco tiempo, cuánto ha cambiado la meteorología desde aquellos pronósticos de Mariano Medina que anunciaban para el día siguiente lluvias en el Cantábrico y llegaba el día y hacía sol. No había este seguimiento que se hace hoy. Cualquiera puede pensar que esto, o internet, o el móvil mismo son de siempre. Por eso, este libro trata de mostrar un poco esa distancia no tan grande en el tiempo pero sí en los avances.
Y ese cambio, ¿ha sido para mejor o se ha dejado también cosas buenas por el camino?
Ha cambiado para mejor. Hombre, si te refieres a las témporas, sólo digo que menuda alegría da a uno ver que nuestros antepasados, sin nada, ni radios ni historias, acuciados por la necesidad y mirando al cielo, han sacado unas conclusiones que para ellos fueron válidas, que para nosotros seguramente hoy no lo son, pero, repito, qué alegría da hurgar en aquellas raíces, observarlas tú también y ver que se cumplen. Si quieres, esa alegría no es científica sino ancestral. Reflexiones así hay en el libro.
Pero detrás del libro, ¿hay una reivindicación de esa meteorología tradicional?
Disimuladamente. Yo lo que digo ahí es que hoy, sin mirar al cielo, es facilísimo predecir el tiempo, pero salir a la mañana y oír ese ruido del vientecillo, del pájaro, vivir en contacto con ese aire... Esto es lo que no se debería perder. O que te obliguen a dar el pronóstico del tiempo en 24 segundos... ¡Cómo lo apreciaba yo cuando se hacía en plan diálogo! Esa historia hasta llegar hoy a Euskalmet es un poco de lo que yo cuento. Es un pequeño ensayo de meteorología donde se habla de alegrías, estrecheces y penas.
Penas como cuando escucha críticas de científicos vascos a este tipo de predicciones tradicionales... ¿O se lo toma con humor?
Sí, aunque me dan pena. Un universitario que esté tan especializado en su puntito y que no se dé cuenta de que las témporas no las ha inventado nadie para engañar a nadie... Son algo a lo que han llegado por una observación, es decir, la raíz misma de la ciencia. Pero éstos que se las dan de científicos, que no se les haya pasado esto por la cabeza... Te da pena. Salir diciendo esas cosas, como prohibiéndote que no se hable de las témporas en la televisión porque se engaña a la gente, pues bueno, ¡menuda otoñada que estamos teniendo y a ver cómo la explican!
¿Por qué lo de la otoñada?
Este año me he reído porque me pregunto dónde está la nieve del día 25, porque se esperaba una nevada bastante potente y frente a quienes critican las témporas, pues yo les digo que es la quinta nevada en este otoño que no ha venido y que ha quedado en viento sur. Me explico. Las témporas marcaban viento sur; las previsiones científicas que hacían los alemanes a 16 días daban nevadas. Le meten millones de datos al procesador, y ven que toca una lengua de frío hacia el Pirineo y nevada. Pero a medida que se acerca la cosa, se suaviza y al final resulta que entra viento sur. De estas cosas todavía me río, sobre todo de pensar que alguna razón tenían nuestros antepasados... El humor no puede faltar.
Humor como el de aquellos primeros años en Euskadi Irratia dando el tiempo y de los que también trata este libro.
Es que yo entré por chiripa en Euskadi Irratia en el 83, y en el libro cuento cómo se hacían aquellos pronósticos. El primer año era un poco de juerga, porque empecé a dar el tiempo a la mañana, y a lo mejor ese día no tenía ni idea, pero bueno, era todo en plan compañerismo total, algo que hoy lo podrías hacer sólo el día de Inocentes. El libro lo que hace es mirar con esa perspectiva de cómo eran las cosas antes y hoy.
Y de cómo se inició en esto de dar el tiempo en la radio.
Sí. En 1983 entré a hacer el programa de música, con un grupo de amigos, y ellos me metieron en lo del tiempo y, echándome anzuelos, me engatusaron primero dando el tiempo que hacía en Arantzazu. El monasterio siempre había estado muy ligado, desde 1922, al observatorio de Igeldo. Luego, fue la previsión para el fin de semana, que yo me apañaba llamando a José Ignacio Usabiaga, el director de Igeldo, que me la contaba. A los quinces días, me la volvieron a hacer y me metieron por las mañanas, sin saber nada, y dando pronósticos. Hombre, lo más fácil hubiera sido que le hubiera dicho a Lurdes Auzmendi que no; si lo hubiera hecho, hoy sería una persona feliz o infeliz, pero seguro que anónima. -
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