Jon Odriozola - Periodista
Chávez y el populismo
Cuando Felipe González Pinocho alevoso prometió 800.000 puestos de trabajo, nadie lo llamó populista. Se sabía que se trataba de un «político» y su excrecencia y, por lo tanto, de un tipo que mentía a sabiendas. Un mercader de votos. Un vendedor de crecepelos. En la Grecia clásica, en el ágora, lo hubieran condenado al ostracismo, que es lo peor que le podía suceder a un animal político aristotélico en la democracia ateniense basada en la esclavitud, sí, pero no muy diferente de los esclavos actuales que son «libres» para votar cada cuatro años a quienes les van a torear.
A Chávez que no es precisamente un comunistón del copón de la baraja y, tal vez, no lo sé, ni falta que hace en determinadas circunstancias, la prensa «seria» española lo crisma de «nacional-populista», sabedores de la concomitancia que esa expresión tiene con, por ejemplo, «nacional-socialismo» (de los nazis) o «nacional-sindicalismo» (de los falangistas españoles). No conformes con tratar de inocular de matute ese parangón subliminal en la conciencia de la «opinión pública», y por si ésta se despista, lo esputan sin miramientos: también Hitler subió al poder por medio de las urnas y Mussolini fue un demagogo. El «demócrata» es el fascista Rosales; Chávez, un prosaico y vulgar «populista». Y, lo más terrible, amigo del antiimperialista Fidel. Corolario: Chávez sería un «fascista de izquierdas», he aquí el no ya tan novedoso oxímoron, pero jamás un demócrata a la occidental manera. Y si no es un demócrata more «mundo libre», es un casposo populista. Incluso, porque conviene, se recuerda que es un militar para utilizar el inconsciente colectivo que identifica militar con fascista en España o con gorilón golpista en América Latina. Todo vale. No lo llaman populachero porque eso lo dejan al ripio de la prensa notoriamente fascista. ¿Venezuela? Una República bananera
El populismo me pondré pelín académico es una corriente ideológica burguesa de corte, en efecto, nacionalista, que apela a un supuesto interés común de todas las clases sociales. Enésimo intento de exorcizar la lucha de clases. Chávez, que, repito, no es precisamente un marxista-leninista pensamiento Mao Tse-tung, como lo soy yo, a qué engañar al lector, pues, al contrario de G. Grass, no espero a cumplir aunque aspiro, pero sé que no 70 años para confesar mi «credo», no va por ahí. Puede que, espabilado, a su pesar. El habla de un «socialismo del siglo XXI». No sé bien en qué consiste esto. Aunque me suene a pretendida «superación» de una suerte de marxismo fosilizado. Como si el marxismo fuera una «filosofía» másŠ Aún así, renunciaré, transitoriamente, a lo único que me queda y suena horrible: la ortodoxia. Y, cómo no, abrazo con calor a Chávez y su revolución bolivariana. -
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