Dicen que la Justicia investiga a Pinochet por los atentados macabros contra los derechos humanos producidos durante su mandato. Pero los cientos de asesinatos, torturas, vejaciones y consecuencias de todo aquello están ya desde hace tiempo en los libros de historia general de la Humanidad. Sin embargo, la Justicia, «democrática ella», sigue con sus invetigaciones.

Otros demócratas, republicanos, que ganaron sus primeras elecciones con ese 18% del censo de los USA y con ese olor a fraude corrupto norteamericano, prometieron a sus seguidores protestantes de toda la gama del blancoynegro, la vuelta a los principios de Noe, Abraham y el vengativo Jehová. Como en la Biblia, arremetieron contra los homosexuales, la relajación de la moral de la entrepierna y otras cuestiones que hacían que la humanidad sufriera de virus, guerras, hambrunas y epidemias.

Los muertos causados en Irak por una invasión ilegal y fraudulenta se cuentan por decenas de miles de iraquíes, sin embargo la Justicia, democrática ella, sólo condena al dictador Hussein que comparado con su homólogo el Bush podría ser muy bien San Fernando III de Castilla y declarado, por lo tanto, santo del Islam.

Hay estudiosos del tema de las torres gemelas que dan toda clase de pruebas afirmando que fue parte de la administración americana la que entrenó durante meses a los pilotos extremistas y que Bin Laden no es más que una parte del gran montaje para la dominación de los pueblos. Nosotros nos lo creemos, como sabemos que Oswald tampoco mató a John Kennedy y las pruebas son tan enormes que se rumorea que la «Administracion Demócrata» pretende destapar el veto de los 60 años a este secreto oficial del FBI, la CIA y los militares.

Pero todas estas cuestiones siguen siendo fulfa para la inmensa mayoría de los ciudadanos de las democracias constituidas, acostumbrados la mayoría al buen vivir de los seres inocentes. Siempre fue así y siempre lo será, se suele aseverar.

Así que no es de extrañar que si un día a alguien le toca un millón de euros en alguna de las diversas loterías de la Unión, salgan por casi todas las televisiónes los consejeros en inversiones explicando que acudamos a ellos en busca de consejo para hacer fructificar más y más nuestro millón, que no se trata de que nos animen a invertir con ética y con respeto a los derechos humanos o a los desheredados del planeta.

Nosotros somos seres inocentes que cuando compramos pescado y marisco de Namibia o del Atlántico Sur, lo hacemos porque es más económico para nuestros bolsillos, pues no entendemos de la explotación de las pesquerías europeas que esquilman los recursos de regiones enteras del planeta, pagan cuatro chavos a los nativos y untan a cuatro políticos. ¿Cómo podríamos vivir sin merluza, langostinos o bogabante y tenerlos que comprar más caros por ser del Atántico Norte o del Mediterraneo?

Nuestra inocencia también es festiva. Las administraciones públicas derrochan cantidades ingentes de dinero en nuestro nombre en las fiestas patronales o navideñas de todos y cada uno de los pueblos y ciudades de la Unión. Es el ruido, el sonido y la cegadora luz del agujero negro.

Nuestra inocencia es complaciente. Nos comemos un plato entero de mentiras ensalado con unas cuantas verdades. Nos celebran simposiums y celebraciones periódicas sobre el respeto a la naturaleza, la lucha contra el calentamiento atmosférico, la pobreza, el sida, las epidemias, etc... pero la mayoría de las organizaciones o son gubernamentales o están ya compradas y penetradas por el sistema neoliberal.

Ni hay vacuna contra el sida ni la habrá hasta que alguien, es decir nosotros, ponga stop a los holding farmacéuticos, gestores de una industria aplastante que mueve cientos de millones de euros anuales con todos los seropositivos apastillados de los países desarrollados. ¿La lógica del Sistema trocaría vacunas a tres pesetas por las actuales medicaciones?

La medicación mensual de las múltiples que al día tiene que tomar un seropositivo cuesta a la administración pública una media de mil euros por infectado. Así que se trata de realizar una simple multiplicación aritmética. En el Primer Mundo llevamos diez años con el milagro pastillero que, aunque haga estragos de hígados, riñones o corazones, es la verdad salada de ese plato de mentiras.

Otros tienen menos suerte y los condenan a muerte por no tener la tecnología ni el dinero para comprar las medicaciones. Mandela, Lula y otros se rebelaron contra estos asesinos del millón de euros de la lotería, hoy sus poblaciones seropositivas acceden a la medicación gracias a sus tecnologías no homologadas por la industria farmacéutica. Pero estuvieron años como los millones de infectados de Asia y el Africa Subsahariana, muriendo a mares.

Hoy hay más de 45 millones de seres humanos infectados y la OMS calcula que antes del 2.010 esta cifra se habrá duplicado. Es el frío cálculo de la Industria Farmacéutica.

Sin embargo, es el calentamiento global el que atenaza gravemente el futuro de la humanidad. Esa energía del dioxido de carbono es el primer holding en ganancias del Planeta. Aunque diversificado geoestrategicamente, sus tentáculos controlan el mundo en todas sus facetas. Mientras calcula y estudia cómo salir del atolladero sin perder el inmenso poder político y económico que posee, pone en grave riesgo de autodestrucción a todos los seres humanos de este planeta.

La incorporación a este tinglado del Estado chino con sus 1.500 millones de ciudadanos empeora todavía mas el futuro. Los parches o falta de medidas que hasta ahora realizan las administraciones socialdemócratas, ridículas por muy insuficientes, sólo pueden ser entendidas bajo la óptica de la «voz de su amo» y nunca porque no exista riesgo comprobado de una más que posible autodestrucción en un periodo de tiempo no tan largo como se creía en un principio.

No será pues esa insana manía secular de los seres inocentes de creer en el Dios salvador de este mamífero depredador, hecho a su imagen y semejanza, la que resolverá el problema. No pasaría absolutamente nada porque desapareciéramos de la faz de esta Tierra en términos universales.

Los agoreros nunca han sido bienvenidos en los sistemas de opulencia basados en la explotación de un tercero. Pero habrá que convenir que sólo la exigencia desde la información, la solidaridad y la lucha podrá parar el agujero negro.

Inocentes sólo son los niños y los tontos. -