Ahora que todo el mundo habla, en tono de alarma, del bloqueo del proceso, es tiempo ya de volver a abrir la libreta de campaña para repasar los hitos del mismo y observar dónde se encuentran los cuellos de botella que pueden terminar por estrangular la esperanza de la inmensa mayoría de la sociedad vasca. De la española, por desconocimiento y cierta incapacidad de entenderla, no opino. No sé qué quieren, ni si les parece bien o si les parece mal lo ocurrido. Las encuestas del CIS, en cualquier caso, son inquietantes.
Recordemos ahora que el proceso arranca con la Declaración de Anoeta y los contactos, ocultos a las cámaras y los focos, entre representantes de Batasuna y PSE. Sigue con las reuniones y acuerdos entre ETA y delegados del Gobierno español, y adquiere celeridad a partir del alto el fuego permanente de ETA.
Recuerden la ilusión, desbordante diría yo, de políticos, periodistas y ciudadanía en general. La posibilidad de hallarnos ante una iniciativa que conllevara el acuerdo sobre la existencia de nuestro pueblo en el corazón de Europa y el derecho a tomar las decisiones más importantes sobre nuestro propio futuro llevaba aparejadas ventajas y oportunidades que a nadie se le escapaban.
Quienes sufren por los presos empezando por los presos, claro está vieron la posibilidad de acabar con tanto sufrimiento. Y los que se sabían objetivo de ETA también respi- raron sin la compañía de los escoltas. Quienes trabajan con denuedo por la supervivencia del euskara sintieron la posibilidad de que su esfuerzo pudiera ir acompañado de mejores condiciones, de nuevos aires. Y hasta quienes sueñan con mandar a la derechona navarra a las cavernas donde se nutrieron de ideología caduca, entendieron que se abría un nuevo tiempo de esperanza.
Nadie en su sano juicio quiso despreciar una oportunidad que parecía única.
No ha desaparecido todo aquello, el sueño no se ha desvanecido, pero la desconfianza se ha adueñado de los que más carne han puesto en el asador. Podría decirse, además, que la han puesto toda. Y sin embargo, me cuento entre quienes pondrían aún un poco más. A pesar de todo lo ocurrido, de saber quién no ha cumplido su palabra. A pesar de todo, pondría un poco más. Precisamente para forzarles a cumplir, para que no es escuden tras sus peones del jelkidismo colaborador y den la cara. Y cumplan. -