Hace algunas noches tuve oportunidad de ver en el programa “La Noche Hache” de Canal Cuatro una especie de parodia protagonizada por un Rubalcaba disfrazado creo que de Rasputín, un Zapatero con pinta de profesor loco y un extraño ser supuestamente creado por este último a modo de monstruo de Frankestein, y llamado Procesito. El presidente del Gobierno español se las veía y se las deseaba para mantener vivo a Procesito, frente a las dificultades y las críticas del ministro del Interior, que insistía en que no había nada que hacer. Como quiera que esta cadena de televi- sión no se distingue por su independencia de criterio frente a grupos de poder, supongo que no es desmesurado atribuir a la historia de Procesito intenciones que van más allá de la mera diversión. No he visto el programa otras noches, así que no sé si siguen con esto, pero la evolución de los acontecimientos parece confirmar que para el Gobierno español lo realmente importante es mantener vivo a Procesito, que no es lo mismo que mantener vivo el proceso.
Estamos asistiendo a una escalada de falsificaciones interesadas que está creando una confusión creciente en nuestra sociedad. El Gobierno de Zapatero no da pasos positivos, ordena a los fiscales que insten a prohibir actos y movilizaciones e impide la acción política de la izquierda abertzale, exactamente lo contrario de lo que debía estar ocurriendo en estos momentos. Lo contrario de lo que que ocurriría si el Gobierno español hiciera los deberes y estuviera trabajando para que haya proceso.
Parece que a Zapatero sólo le interesa Procesito, dicho de otro modo, la ilusión de que existe un «proceso de paz» liderado por él mismo y que no tendrá ningún «precio político». Más exactamente, como algunos medios de comunicación han sugerido, el PSOE necesita que no se interrumpa el alto el fuego, y ahí centra sus esfuerzos. Pero esto es una cosa, y alimentar un proceso que resuelva el problema político de fondo es otra.
No es fácil desenmascarar los discursos optimistas de Zapatero y compañía. A fin de cuentas quien llama la atención sobre la gravedad de la situación puede aparecer como un aguafiestas, mientras quien habla de expectativas resulta simpático, aunque sólo venda humo. Pero la sociedad vasca tiene derecho a estar informada, y a que no le vengan con el cuento de Procesito. -