Isabel Bermejo, Andoni García, Juan Felipe Carrasco, Liliane Spendeler y Jeromo Aguado (*)
Por una alimentación libre de transgénicos
En 1996 se autorizó en Bruselas la importación de soja transgénica, el primer alimento que entraba en los mercados europeos. Unos meses después se daba luz verde a la primera variedad de maíz transgénico para siembra. Y en 1998 se aprobó la directiva de patentes biotecnológicas, que abría la puerta a las patentes sobre seres vivos en Europa. La invasión de los transgénicos parecía imparable y, además, nos había cogido a muchas personas y organizaciones desprevenidas, ya que casi nadie sabía qué era aquello de la manipulación genética. El asunto de los transgénicos sonaba a novela de ciencia ficción y parecía imposible movilizar a la sociedad y oponerse.Desde entonces ha llovido mucho y la situación también ha cambiado de forma significativa. El balance de estos diez años tiene sus luces y sus sombras. En negativo, el avance de los transgénicos y de la contami- nación genética, permitido y favorecido desde las administraciones públicas, es una amenaza creciente. El territorio español, deplorablemente, ha sido estos años pionero y campo de pruebas de los cultivos transgénicos en la Unión Europea y la población agraria esta sufriendo presiones constantes (y falsas promesas), para que sus campos se llenen de variedades transgénicas, destruyendo así el modelo de agricultura que la sociedad les esta demandando. En positivo, hoy un porcentaje muy alto de la población sabe qué es un transgénico y a pesar del despliegue mediático a favor de la ingeniería genética percibe que entraña riesgos para la salud y para el medio ambiente y rechaza mayoritariamente su consumo. Han surgido numerosas iniciativas de conservación de las variedades locales de semillas, una forma no sólo de conservar una herencia común de las agricultoras y los agricultores, sino de resistencia a las patentes. Un sector significativo de agricultores y agricultoras es consciente de que para salvar el modelo de agricultura familiar y social, tan alejado de la agro- industria especulativa, hay que enfrentarse al debate, que no puede quedar en manos de unos pocos cuyos intereses están muy lejos de los suyos, demostrando que el sector agrícola no necesita transgénicos. El movimiento de agro-ecología no sólo está creciendo y profundizando su discurso, sino construyendo alternativas en muchos lugares del territorio. También existe un creciente número de iniciativas para declarar espacios, municipios o regiones enteras libres de transgénicos. Igualmente hay quienes hemos apostado por la acción directa no violenta como forma de denuncia y de lucha contra la invasión transgénica. Todas estas iniciativas, cada una a su manera y en su ámbito, han contribuido a frenar la avalancha de los transgénicos que parecía avecinarse hace diez años. Y en los últimos tiempos, el trabajo de organizaciones diversas se ha dinamizado de forma coordinada, uniéndose hacia un mismo objetivo el rechazo unánime a los transgénicos y en esta labor han estado las organizaciones que así lo han decidido. Posiblemente una de las mayores bazas de la lucha anti-transgénicos haya sido la confianza, el respeto y el mutuo apoyo entre todas las organizaciones y las personas implicadas. Precisamente por ello, nos parece lamentable la campaña difamatoria que Pilar Galindo, del CAES, ha puesto recientemente en marcha, tergiversando realidades e incluso recurriendo a auténticas patrañas con el objetivo de desprestigiar a las organizaciones que firman esta nota. Es de suponer que Monsanto, Syngenta, Dupont y demás transnacionales de los transgénicos estarán frotándose las manos. Las organizaciones firmantes queremos dejar claro que en ningún momento hemos abandonado la defensa del principio de precaución, ni entrado en oscuras «negociaciones» con el Gobierno, como se afirma en sus escritos (por ejemplo, el artículo publicado en GARA el 13 del presente mes). Nuestra posición en transgénicos ha sido y sigue siendo un NO rotundo a las patentes sobre seres vivos, un NO rotundo a los cultivos transgénicos, un NO rotundo a los alimentos transgénicos y un NO rotundo a la coexistencia de cultivos transgénicos y no transgénicos, coexistencia que es imposible desde el punto de vista agronómico y técnico. Y ha sido y sigue siendo un claro SI a la agricultura y alimentación libre de transgénicos. Ninguna de las organizaciones firmantes de este artículo rehúye las críticas cuando están bien fundamentadas, pero rechazamos la propaganda basada en versiones parciales y tergiversadas de la realidad de los citados escritos del CAES y no dedicaremos más recursos a responder a estériles denuncias no fundamentadas. Nuestra prioridad clara es la lucha contra los transgénicos, procurando mantener la unidad de acción y el mutuo respeto y aprendiendo debidamente de la experiencia y las críticas constructivas. En esta línea seguiremos trabajando y colaborando con todas aquellas personas y organizaciones abiertas a un trabajo común por una alimentación y una agricultura libre de transgénicos. Esta colaboración, sumada a la acción particular de cada organización, sin duda ha tenido sus frutos en los últimos años. Sin ella la situación en el Estado español se asemejaría mucho más a la norteamericana, donde ya no existen ni agricultura ni alimentación libres de transgénicos. - (*) En representación de las siguientes
organizaciones: Isabel Bermejo, Area de Agricultura y Transgénicos de
Ecologistas en Acción; Andoni Garcia, miembro ejecutiva de EHNE y COAG; Juan
Felipe Carrasco, responsable campañas contra transgénicos de Greenpeace; Liliane
Spendeler, Secretaria General de Amigos de la Tierra; Jeromo Aguado, Presidente
de Plataforma Rural
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