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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-12-24
Los conflictos emocionalesen el menú navideño
El hecho de que parte de esta familia sean «auténticos desconocidos emocionales», la imposición de las celebraciones, el duelo de fin de año por las expectativas incumplidas y el duelo por las ausencias son fuentes de conflicto por Navidad. Es la visión del sicoanalista de Avances Médicos, Claudio Maruottolo, quien recuerda que «la Navidad es tiempo para el reencuentro de la familia extendida».

La Iglesia española se lamentó ayer de que la Navidad se haya convertido en una fiesta «sin Cristo» y «sin los símbolos religiosos» y achacó a «la barahunda de los anuncios» la «secularización» del contenido de esta fiesta litúrgica. Sin embargo, lo cierto es que a veces en estas fiestas navideñas, en muchos hogares se monta el ‘belén’, aunque no precisamente el de las figuritas. Son fechas en que los conflictos emocionales salen a relucir, como asegura el siquiatra Claudio Maruottolo.

Se trata de ritos sociales que varían según el significado que les dé cada cual. Algunos lo revisten de un significado religioso y otros lo entienden como un lugar de encuentro, pero siempre hay un denominador común: la búsqueda del otro y la vivencia de un hecho social, semejante a una boda o un bautismo», afirma este especialista.

En esta línea, precisa cómo «esta situación de búsqueda del otro se reproduce siempre a través de una mesa compartida, en cenas y comidas que se repiten año tras año y en las que la familia es la materia prima». En su percepción de la realidad, Maruottolo detecta que «la propia familia tradicional ha sufrido una fuerte transformación social ­familias monoparentales, parejas de homosexuales, parejas sin hijos, etc.- que provocan un cambio de actitudes de la familia extendida (primos, tíos, etc.) y deriva en un cambio del tipo de relaciones».

«Por otro lado», subraya este experto, «la vida actual ha derivado hacia el uso masivo de la tecnología y el individualismo y ambas actitudes hacen que no haya tiempo para conocer al otro. Esto provoca que a la hora del encuentro, muchas veces forzado por la convención social, uno no conozca a la persona que se sienta a la mesa con él y comparta ese tiempo con un desconocido emocional. Es ahí donde aparecen los conflictos».

Apunta Claudio Maruottolo, el sicoanalista de Avances Médicos, que «este encuentro posee la virtud de reiniciar una relación alejada pero entraña algunos riesgos. Ha de considerarse que el sentido de obligatoriedad que rodea a estos encuentros debido a la presión social ­hay que ir a la cena porque van todos- recrea una sensación de incomodidad en quienes no se sienten con ánimo y genera dificultades que se van agravando con el paso de las horas en la mesa y el consumo de alcohol».

Expectativas incumplidas

Desde una perspectiva «sicoanalítica familiar, hay un conflicto inconsciente que hace eclosión en la fiestas. Esa tensión acumulada estalla en un momento puntual de la noche y esto hace que durante estas fiestas se registren repuntes violentos. Las desinhibición que conlleva la fiesta provoca que se rompan los mecanismos de represión».

A esta cuestión hay que añadir algo «trascendental que se conoce como el duelo de fin de año por las expectativas incumplidas. Las Navidades y el cabo de año son tiempo de balances y de analizar si se ha cumplido o no aquello que uno se propuso a comienzos del pasado año. Todos hacemos un cierre de año mental y en ocasiones este mecanismo puede generar una frustración que también estalla en una mesa donde alguien se sienta incómodo».

La evidencia de las ausencias es otro de los fenómenos propios de estas fechas. «En algunos casos ­puntualiza­ determinadas ausencias generan cuadros de angustia en las familias que se sienten incapaces de superar el trauma de que alguien falte, sobre todo si su pérdida ha sido reciente. Muchas veces la solución pasa por no imponerse una obligatoriedad y asumir su propia realidad, actuando desde la libertad. Si uno se siente incapaz de celebrar algo en ausencia de alguien ha de ser capaz de decidir que este año no se celebra».

Así comienza el capítulo de las recomendaciones, en el que Maruottolo entiende que «uno tiene que ser capaz de declinar invitaciones en la medida que su estado de ánimo lo aconseje. Aquí entran no sólo las motivaciones personales propias por un suceso reciente, sino también las económicas. En una época de consumismo tan fuerte, hay gente que se endeuda para tres meses para poder celebrar unas Navidades por todo lo grande, algo que le provoca una angustia tremenda. Hay que evitar tomar medidas de este tipo».

Al catálogo de consejos hay que añadir «el acuerdo con la familia para crear un clima común de armonía en el que se aparquen los temas que puedan generar conflicto, bien porque ya lo desataron tiempo atrás, bien porque se conoce que en las mesas hay dos posturas enfrentadas sobre un mismo tema. Asimismo, ha de tenerse una predisposición a pasar las fiestas con tranquilidad, rescatando aquellas cosas que salieron bien a lo largo del año y buscando el encuentro con el otro; lo que se dice buscar un clima emocional apropiado. Si uno no es capaz de encontrarlo, lo idóneo es renunciar a las festividades en grupo». -

BILBO


 
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