La polémica de las manifestaciones, que tuvo su segunda vuelta el lunes en el debate en el Congreso español, ha dejado en evidencia, entre otras cosas, que, tras algunas muestras de dolor compartido hacia las víctimas del atentado afloran intereses espurios que tratan de parar el tiempo, y de paso impedir que se analice con la debida seriedad lo ocurrido. Para ello no se duda en anatemizar a quien enuncia circunstancias que condicionan gravemente el desarrollo de un proceso democrático en Euskal Herria.

La falta de derechos que padecen amplios sectores de la ciudadanía vasca y, en particular, la conculcación sistemática que se da sobre el colectivo de presos políticos pone en evidencia que las medidas excepcionales arbitradas a lo largo de los últimos años se han convertido en un factor que obstaculiza el avanzar hacia un proceso resolutivo.

Sin embargo, cuando afloran los obstáculos es, precisamente, cuando más necesario se hace escudriñar en el tiempo inmediatamente anterior al 30 de diciembre, e incluso mirar hacia antes del 24 de marzo, cuando no se daba la condición de un alto el fuego. Ello para poder valorar con mayor objetividad lo avanzado y, por descontado, los errores cometidos en un proceso que, como todos los que son y han sido, tiene sus altibajos y sus crisis, a los que siguen, en pura lógica, períodos de clarificación. Quizás sea ése el momento que nos toque vivir en las próximas semanas. Por mucho que, visto lo visto, algunos confundan analizar lo sucedido con «lanzarse los trastos», la demanda ciudadana de que todos los actores implicados expongan soluciones ante esta crisis terminará por abrirse paso.

Según enseña el «caso irlandés», para hacer proceso es necesario ponerse en el lugar del otro y no tratar de imponerle decisiones que no sea capaz de adoptar en cada momento. Al tiempo, acercarse a la vivencia de las otras partes, y en especial a aquellas que sufren directamente las consecuencias del conflicto, es positivo para cualquiera que aspire a erradicar sus causas, a sabiendas de que ésa es la forma de construir una paz justa y duradera.

La iniciativa que impulsa Etxerat para pedir la excarcelación inmediata de Iñaki de Juana, a quien se somete a la muerte lenta de la alimentación forzosa, da la oportunidad de, huyendo de fotos-fijas, ampliar la perspectiva y de demostrar, al tiempo, el grado de compromiso de cada cual para alcanzar un escenario sin violencias y sin imposiciones. -