Txotxe Andueza
Sin ánimo de ofender
Incluso en estos días (semanas y meses) de desasosiego y de imperio del lado más grave y serio de la política, se producen en ocasiones noticias que rompen la monotonía y arrancan la sonrisa, por mucho que se quieran pintar de serias y solemnes. La que sigue es una de ellas: una fundación de esas que justifican su existencia y las subvenciones que reciben básicamente con un premio que reparten entre sus amistades, y que en este caso se dice dirigido «a personas físicas o jurídicas, o instituciones que destaquen por la defensa de la libertad, la justicia, la convivencia, el respeto y el pluralismo ideológico», ha concedido su galardón al rey de los españoles. Juan Carlos I, fiel a la definición del premio (no quisiera compartir banquillo y juez con Nicola Lococo, a quien saludo desde aquí) donó los 12.000 euros con que está dotado, cómo no, a la propia Fundación, con lo que el círculo se cierra y la Fundación Manuel Broseta rellena sus arcas para poder repartir las subvenciones en congresos y conferencias a las que invitar a sus amigos. Para engorde de cartera y curriculum. Desde que se diera el boom de las fundaciones nacidas teóricamente para rendir homenaje a las víctimas, se ha producido un auténtico aluvión de certámenes, premios, condecoraciones... de distinto pelo que generalmente han ido a parar a personas e instituciones de un determinado sesgo ideológico-político. Nada que objetar a ese hecho, ya que lo normal es que cada uno muestre su reconocimiento a aquellos con quienes une algún tipo de afinidad. Nada que objetar tampoco al hecho de que esta Fundación haya querido reconocer a la cabeza visible del reino de España, ya que para algo existe y le pagan los españoles con sus impuestos y los vascos con nuestro cupo. Otra cosa es que se sigan pagando de las arcas públicas fundaciones, asociaciones y demás «ones», a pesar de su generalmente más que dudosa aportación a la sociedad de la que viven. Dicen que sin crisis no hay oportunidad, y parece cierto que sólo cuestionando las cosas de raíz pueden producirse cambios sustanciales. Pues va a ser necesaria una gran crisis para que en el Estado español desaparezcan premios como éste, y premiados como este señor que lo más sacrificado que hace cada día en favor de la convivencia es con-vivir «a cuerpo de rey» y nunca mejor dicho. Todo ello dicho sin el menor ánimo de ofender. -
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