Raimundo Fitero
La Gemio
Hace unas semanas apareció Isabel Gemio en uno de esos programas multifuncionales que sirven igual para soltar ideas reaccionarias sobre la economía, sobre la sociedad, sobre la moral o sobre la misma televisión. Isabel Gemio aparecía como la más grande, la mejor, la única, que siempre había sido un ejemplo profesional y personal. Así se retrataba ella misma en una entrevista cepillado de su cadena de referencia, Antena 3. La estuve visionando un rato y sentí escalofríos ante la falta de memoria que produce la edad y la cirugía estética. Pero como andaba un tanto despistado (yo), no entendí que se trataba de un publirreportaje de su nueva aparición en pantalla.Así que hace dos domingos, me encontré que además de la parte inteligente de la televisión, “Aída”, se solapaba la parte más impresentable del invento, “Sorpresa, sorpresa” de Isabel Gemio. Me quedé un rato y vi un número increíble con ancianos que traían en autobuses de no sé donde. Me pareció televisión del siglo pasado. Algo antiguo, casposo, un negocio de los sentimientos mas primarios, una manera de hurgar en el pozo de las lágrimas superficiales, un sistema de buscar audiencias de perfil bajo a base de un producto sentimentaloide y sin más interés que esa supuesta sorpresa que se convierte en el máximo aliciente. Y ella. La Gemio, dando ramos de flores como sorpresas y sorpresas como ramos de cardos. Esta nueva aparición me ha provocado un tic. Los lunes parezco un ejecutivo de cadena televisiva. Lo primero que hago es ver los resultados de audiencia. Y por suerte “Aída” le dobla en términos absolutos y le saca mucho porcentaje. Un alivio. Significa que existe una parte de la humanidad enganchada a la televisión que prefiere el realismo sardónico de la familia de Aída, que lo meloso, mentiroso, moralista, cutre y trasnochado de la Gemio. Algo es algo. Los números son claros, y sus datos se pueden comprobar. No ha fracasado, no, tiene su audiencia, debe recordarse que la población estatal está envejeciendo, por lo tanto todos estos fuegos fatuos televisivos tienen una clientela que rememora su pasado. Y la dueña ahora mismo de una parcela de ese cementerio televisivo es la Gemio. -
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