Txotxe Andueza
Cada vez más cerca de la realidad virtual
La que dicen «realidad», al menos a lo que se refiere a este país, se está acercando cada vez más a la «realidad» que nos muestran los reality show de las cadenas de televisión, o a la de los juegos en red que ofrecen la posibilidad de construirse una segunda vida. “Second life” es precisamente el nombre de uno de esos juegos, tal vez el más conocido, en los que los participantes toman decisiones sobre su vida. Pero contrariamente a lo que pudiera pedirle o esperarse de un entretenimiento con un nombre tan esperanzador quién no ha pensado más de una vez lo que haría si tuviera en la vida una segunda oportunidad, las decisiones no se toman en total libertad, hay normas, propiedades irrenunciables y límites. Como en la vida misma. Y además, no se permiten revoluciones. Igualito que lo que sucede en la «realidad» que se nos impone por la fuerza en este país. No dejan de publicarse encuestas en torno al comportamiento de la juventud como sector social, esto es, como colectivo humano más o menos uniforme. Y suele resultar que tras consultar a los oráculos de la sociología, quienes necesitan sobre todo del orden en sus vidas se llevan las manos a la cabeza al comprobar por dónde van los comportamientos sociales de los jóvenes. Da igual el tema: el sexo y las drogas, la ropa (esas tangas que se enseñan, para distracción de los chicos y profesores), la falta de lectura, el botellón, la música y su volumen, las actitudes ante la pobreza y la inmigración, la tendencia a gastar, la querencia por la casa familiar pasados los 35, que se aíslen, que abusen del móvil, que no se separen del ordenador... Eso sí, se alegran de la suerte que tienen con ese panorama, cuando piensan que la alternativa a esa realidad tramposa, a ese monopoly en que están convirtiendo la realidad pudiera ser la rebeldía, la solidaridad, incluso... ¡dios nos libre!, la revolución. Y así, acaban prefiriendo “Second Life” a Segi, o un «hikikomori» que huye de una realidad que no le gusta encerrándose en su habitación a que un militante independentista comprometido en cambiar esa misma realidad. Encarcelar a jóvenes por su militancia política, impedir que la juventud se organice es lo que queda a quienes temen que, haciendo uso de su libertad, cualquiera acabe rompiendo sus normas y límites y construyendo una nueva realidad. -
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