Más de 340.000 personas se han visto gravemente afectadas en Bolivia por el desastre natural provocado por el fenómeno El Niño. Desde que comenzaron las lluvias en diciembre, 35 personas han perdido la vida, 80.000 hectáreas de cultivo han sido desvastadas, 693 viviendas están afectadas y 21 carreteras permanecen obstruidas.

El pasado fin de semana, las lluvias castigaron la ciudad de Trinidad, capital del departamento del Beni, situado al norte de Bolivia. 5.000 personas tuvieron que ser evacuadas de los barrios periféricos inundados y trasladadas hacia albergues improvisados en 17 escuelas. Según explicó la Dirección Nacional de Defensa Civil, en Beni hay 86.000 damnificados. La crisis se agudizó por el desbordamiento de los ríos de la cuenca amazónica. El gobernador del Beni, Ernesto Suárez, remarcó que varias poblaciones están completamente anegadas y que es urgente el envío de víveres.

El martes, el presidente Evo Morales sobrevoló la región de Santa Cruz. Este departamento ha quedado casi aislado del oeste de Bolivia por el derrumbe parcial de la vía.

Además de las continuas lluvias, este fenómeno ha traído consigo granizadas, heladas y hasta una sequía. El Gobierno debe afrontar la pérdida de decenas de miles de hectáreas de cultivo de arroz y maíz, así como de ganado por las inundaciones. La sequía y las heladas también han dañado seriamente a la producción de patata. Ante semejante panorama, el domingo, el ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, alertó de que «los depósitos de víveres de Defensa Civil están vaciándose, estamos al límite» y lamentó la «escasa ayuda internacional».

No obstante, Morales suavizó estas declaraciones y destacó que la ayuda externa seguía llegando y que se estaban movilizando recursos estatales para hacer frente al desastre.

Ayer, militares de la Fuerza Naval comenzaron a salir en lanchas para ayudar a los que viven en poblaciones ribereñas donde el agua sube a un ritmo de seis centímetros diarios.