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Tomás Trifol Profesor y licenciado en Ciencias Humanas

De unionistas con pelo y otros que no

Al ocultar sistemáticamente parte de la realidad generada por un conflicto político, se ahonda en la incomprensión Otros países labraron un futuro diferente para su lengua y su cultura, dando el salto a la normalización lingüística

E ntre las múltiples barbaridades expresadas en las medios de comunicación públicos españoles, donde deslucen con opacidad manifiesta las opiniones de nacionalistas vascos, catalanes o gallegos en general y muy en especial las de la izquierda abertzale, hemos oído aquello de que De Juana Chaos era un «asesino en serie». Aquí en Euskal Herria, tales ideas inducen al sarcasmo, en su España nacional generan el desasosiego y la incomprensión.

Todos los que durante la reciente historia de la humanidad hayan sido socorridos por la violencia de arriba o de abajo para lograr sus fines políticos serán, pues, asesinos en serie. Desde la aprobación de la Constitución del 78 hasta nuestros días hay mucho asesino en serie, mucho torturador compulsivo, mucho redactor sicópata de legislaciones represivas, mucho tertuliano ad aequo, mucho político que para lograr sus convicciones políticas utiliza la violencia sistemática que le permite su régimen y hasta la que no se la permite. Se diría que copiaron aquella ilusión leninista del llamado MLNV pero que en el caso de la España nacional se ha desarrollado con toda la fuerza de un Estado moderno y, por el contrario, en el caso vasco sólo sirvió para que criminalizaran las ideas abertzales.

Al ocultar sistemáticamente parte de la realidad generada por un conflicto político, que no es sólo el vasco sino también el español, se ahonda en la incomprensión, que se maneja para negar el éxito de cualquier negocia- ción lógica.

Así que dentro de esta lógica aplastante, al Gobierno de España «también le duele y le repugna» que De Juana Chatos haya sido trasladado al hospital Donos- tia en cumplimento de la legalidad. Si la España nacional no hubiera mezclado a sus ciudadanos con los tapujos y despropósitos de la «sagrada unidad de la nación» otro gallo cantaría.

Pero aquí también la democracia es a la turca y a la servia, es decir, a la española. Y nada de Kosovo independiente ni de kurdos separato-terroristas. Este asunto es todavía mas irreverente que permitir el divorcio, el aborto o que se casen los gays, cuestiones que para colmos demócratas se dilucidan en referendums en muchos países que dicen respetar los derechos humanos de todos sus ciudadanos. Siempre ha estado claro que en democracia es perfectamente factible que la mayoría viole los derechos individuales y colectivos de las minorías de cualquier tipo. Afortunadamente el caso español en cuestiones relativas a estas libertades es digno de ser imitado.

No se debería pues entender muy bien que una opinión pública sea más tolerante para unas cosas que para otras. La explicación nos la da el control del pensamiento vehiculizado por las mass media. En uno de los casos debe ser progresista y tolerante, mientras en el otro comulga con Servia y Turquía.

Según Rajoy en declaraciones a la prensa internacional, España es una de las naciones más antiguas de Europa, cuyos ciudadanos ahora velan por su unidad y debía haber añadido que detrás está su constitución y lo que la constitución asigna a sus fuerzas armadas. Yo muchas veces me pregunto sinceramente si esta clase de ciudadanos extremistas tan preocupados por la unidad sagrada de su patria tienen satisfacciones libidinosas y afectivas. La ciencia siquiátrica dice que no cuando el interés no pertenece a los ámbitos del Poder.

Pero hay otra clase de unionistas ya no tan sacros donde lo importante se cimienta en el mercadeo económico, cultural y lingüístico. Desde un punto de vista vasco y euskaldun estas políticas son dañinas para cualquier avance en los terrenos defendidos por quienes abogan por el ámbito vasco de decisión. Dentro de una generación no habrá ya nada que decidir porque con la política del Gobierno del PSOE y su domado PNV, el pueblo vasco habrá prácticamente desaparecido en todos los ámbitos de decisión, dejando para los políticos el nombre y la gobernación de lo que históricamente fue este País. Y estas tendencias en la ciudadanía han sido generadas desde el poder político. Luego, puestas en práctica y, más tarde, cuando se hayan vuelto generalizadas y normalizadas, la desaparición del vascuence como lengua social por ejemplo, serán declaradas como fruto del devenir histórico imparable.

Otros países labraron un futuro diferente para su lengua y su cultura, dando el salto a la normalización lingüística. Aquí, sin embargo, se regresó al oportunismo político circunstancial, precisamente, qué casualidad, cuando Imaz y el sector que representa en el PNV se hicieron con los mandos en este partido. Así que nos cansan con sus declaraciones y pretendidas intenciones, con su propaganda reiterativa y la Sra. Consejera nos parece ya un loro rayado cada vez que habla de la salud del euskara. Esa salud, Sra. Consejera, se demuestra con estadísticas no manipuladas de todo tipo y en especial del número de vasco hablantes que utiliza ese idioma en la vida diaria. Se ha cerrado el paso a la normalización lingüística en todos los campos, desde los modernos medios audiovisuales en los que cualquier documento puede tener su banda sonora hasta los que crónicamente nunca fueron normalizados, Osakidetza, Ertzaintza, etc. Así que hablar euskara sigue siendo patrimonio de una localización geográfica reducida o un acto de resistencia contra la asimilación. Bonita normalización, Sra. consejera.

Y han derrochado millones de euros para enseñar vascuence en las escuelas y exigir perfiles lingüísticos a diestro y siniestro, para luego cortarle al pajarito las alas, muy bien aconsejados por los unionistas no sagrados.

Ya sabemos, Sra. Consejera, que el PP está de acuerdo con la primera de las premisas y es que usted, a quien tantas veces hemos visto y oído confundir radicalismo con extremismo, debería recordar también que la verdad no es exclusiva de nadie.

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