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La doble espiral

«Kafka en la orilla»

Paola DADA

Kafka en la orilla» es, quizá, el libro más profundo de Murakami. Él sigue buscándose, igual que sus personajes y, además mantiene sus componentes obsesivos: heridas de amor, personajes desaparecidos, gatos portadores de mensajes, amores inalcanzables, música, personajes extraños (en este caso, el «Colonel» Sanders de kfc, y Johnnie «Walken» del whisky) y sucesos aún más extraños como una lluvia de sardinas. Tampoco deja de lado sus referencias (o preferencias) literarias: Hegel, Tolstoi, Chéjov, Shakespeare.

«Kafka en la orilla» es un libro de voces múltiples. Va desde la narración en primera persona hasta el «parte militar» de un suceso ocurrido en 1946. Los capítulos entre los dos personajes centrales se alternan y así la historia de uno avanza por la percepción de lo narrado por el otro.

El nombre del libro, como otros títulos de Murakami, es enigmático. Es el nombre de una canción que canta una de las protagonistas, y es la descripción de un cuadro que guía una de las historias, y es, también, el nombre de uno de los personajes, y además existe un personaje, «El joven llamado Cuervo» (Kafka en checo significa cuervo). Pero no es posible dejar de pensar en el sentido más kafkiano de la transformación de los personajes que se duermen para soñar realidades donde son otros.

Sin embargo, el autor no se queda en una espiral como en sus libros anteriores. Ahora se arriesga más, va más profundo: construye una espiral doble con dos personajes que están en búsqueda de sí mismos o, mejor dicho, buscan el verdadero significado de su identidad.

Uno, Kafka Tamura, a través del amor y la necesidad de huir de una predicción edípica de su padre. Otro, Nakata, adulto mayor que de niño cayó en coma y quedó con cierto retraso. Ahora puede hablar con los gatos y está buscando la mitad de su sombra porque no es tan obscura como la de las demás personas. En los libros anteriores, Murakami hacía que su personaje central «viajara» a una «realidad colindante» donde vivía de otra manera. Ahí aprendía o se hacía más fuerte. En «Kafka en la orilla» estos personaje son la realidad colindante del otro.

En este trabajo laberíntico, Murakami ha encontrado la dualidad. Pero no se trata de elegir, sesgadamente, entre bueno y malo. No juzga, sólo apunta entre lo real y lo soñado, entre la luz y la sombra, entre la esperanza y la desesperanza, entre la risa y la tristeza, «entre la confianza y la soledad». Y el mayor logro es que el lector no sabe cuál es cuál y puede elegir su propia postura. Como dicen los personajes: «No logras hallar la línea que separa los sueños de la realidad. Ni siquiera encuentras la frontera entre los hechos reales y las posibilidades. Lo único que sabes es que, ahora, tú te encuentras en una posición delicada. En una posición delicada y, al mismo tiempo, peligrosa». Así se encuentra el lector después de encontrarse con «Kafka en la orilla».

Murakami ha encontrado el camino para obtener la respuesta a la búsqueda de sí mismo. «El principio del laberinto reside en tu propio interior [...] lo que existe fuera de ti es una proyección de lo que existe en tu interior. Lo que hay dentro de ti es una proyección de lo que existe fuera de ti». Es tarea del lector descubrir quién es proyección de quién, no sólo en la historia de «Kafka en la orilla», sino más allá, en su propia vida.

CRÍTICA | literatura

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