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Gloria Rekarte Ex presa política

Aclarando conceptos

La Justicia argentina ha hecho que vuelvan a tomar vigencia las penas de reclusión a perpetuidad para Videla y Massera al declarar inconstitucionales los indultos de los que se beneficiaron, para burla de los miles de desaparecidos, asesinados y torturados que el dictador y su general arrastran tras de sí, en 1990. En lo que a dictadores se refiere, el Estado español optó, sin necesidad de meterse en jaleos ni en pleitos, por indultar automáticamente a los franquistas. Y siguen indultados. La transición, lo llamaron. Generales, falangistas, requetés y cuneteros ni se arrepintieron, ni pidieron perdón, ni condenaron, porque en una democracia, como todo el mundo sabe, unos cuantos son muy libres de no condenar si no les da la gana.

La transición incluía también una lección rapidita de cómo se mete una papeleta en una urna, que era algo que muy pocos sabían hacer porque los últimos que lo habían hecho abonaban la tierra de las cunetas. Una lección rapidita, y olvido. Mucho, mucho olvido. Y fue una cosa mágica. Los franquistas comenzaron a decir «nosotroslosdemócratas» y el mundo sonrió encantado. Los franquistas sonrieron más.

Ahora, demócratas hasta la médula, editan libros cantando loas al dictador, explayándose en sus añoranzas, y anhelando su vuelta. De eso va «Nere hitze bertsoatan», ópera prima de un concejal de UPN en Leitza escrita en verso y en vascuence altonavarro meridional, que no en euskera, palabra que les provoca sarpullido. Así nos cuenta, por ejemplo, que en aquellos felices tiempos no llevaban escoltas y podían andar tranquilamente. ¿Quiénes? Porque es cierto que ni los cientos de alcaldes y concejales, ni los miles de ciudadanos fusilados llevaban escolta, pero no anduvieron tranquilamente por ninguna parte. ¿No es un insulto a la memoria de todos ellos? No, supongo que no; sus asesinatos nunca han tenido ni responsables, ni reconocimientos. A fin de cuentas, como otros muchos, no forman parte del listado de víctimas oficiales que comparten la derecha y el Gobierno Vasco, para baldón de Ibarretxe.

Pero en una democracia, ya se sabe, unos cuantos son muy libres de escribir lo que les de la gana y los demás tenemos la obligación de no sentirnos amenazados. Y aún faltaba que llegara Pegenaute, director de Política Lingüística y Universidades, explicando jubiloso que su departamento iba a adquirir ejemplares del libro para distribuirlos en la red pública y en los ayuntamientos. Ah, que bien, un buen destino para el dinero público navarro: sufragar la ideología franquista.

Animaba además a difundirlo «sin complejos». Y ahí sí, ahí le doy la razón. Un libro en el que se dice «desde que murió Franco, dudo que vivamos en una verdadera democracia» acompañado de «si volviera Franco, otra vez lo arreglaba todo» merece amplia difusión. Y es que, como dice el propio Pegenaute, «es necesario aclarar conceptos porque el gran logro de los nacionalistas ha sido apropiarse de los conceptos». No ha podido decirlo ni mejor, ni más claro, ni siquiera más alto, ni ha podido encontrar ejemplo más ilustrativo de cómo el nacionalismo español se ha apropiado del concepto de democracia.

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