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J. Ibarzabal Licenciado en Derecho y Ciencias Económicas

Mayorías o minorías: la izquierda abertzale

Emperrarse en las mayorías ante un derecho natural y positivo como el de autodeterminación, aplicando la Ley de Partidos, es algo así como aceptar que los nazis, al contar con la mayoría, estaban autorizados para llevar a cabo su política de exterminio

La democracia es la participación de todo el pueblo en la organización y ejercicio del poder político.

Puesto que la unanimidad en los asuntos públicos es imposible, hay que recurrir a la mayoría. Término que tiene una doble acepción:

- Mayoría absoluta, que corresponde al partido que tiene más de la mitad de los votos.

- Mayoría relativa, que corresponde al partido que tiene el mayor número de votos.

Utilizando la aritmética es fácil saber el número de votos que corresponde a cada partido. Sin embargo, esto es condición necesaria, aunque no suficiente, para que la suma refleje la realidad política. Para que sea representativa, hay que respetar las reglas de juego. Lo que no ha sucedido en absoluto en las recientes elecciones municipales del 27 de mayo. Uno de los contendientes, la izquierda abertzale representada esta vez por ANV, ha sido ninguneada por los medios de comunicación, y concretamente por el ente público EITB. Hasta unos extremos surrealistas. De forma gráfica no es exagerado decir que han obligado a jugar a la izquierda abertzale en campo contrario, con el árbitro vendido... y, por si fuera poco, con los pies atados.

A pesar de todo, sus resultados han sido buenos. Pero un análisis político que se limite a reflejar este hecho no sería completo. A pesar de lo peligroso que resulta entrar en el terreno de las especulaciones, creo que merece la pena intentarlo.

Pienso que todos estamos de acuerdo en que la cifra de 187.000 votos obtenidos por ANV no refleja la realidad. Hay que ponderar esta cifra hacia arriba. Teniendo en cuenta el efecto negativo de ilegalizar la mitad de sus listas, pienso que es razonable utilizar el 20% como factor de ponderación. Así que 187.000+37.400=224.400 votos. Si a su vez se corrige esta cifra por el efecto negativo de los medios de comunicación en la campaña, se puede estimar que la cifra real de voto de ANV hubiera oscilado en torno a los 250.000, lo que encaja con las cifras históricas obtenidas por la izquierda abertzale en sus buenos momentos electorales.

Después de estas correcciones al alza, una pregunta pertinente sería: ¿Es la izquierda abertzale una mayoría absoluta, una mayoría relativa o una minoría fuerte? Obviamente, la izquierda abertzale es una minoría fuerte, con una importante implantación en Euskal Herria. Conviene recordar que el abuso del principio mayoritario conduce al despotismo si se aplasta y se niega el derecho a la discrepancia de la minoría (en este caso muy cualificada). Pero también si la minoría abusa de su derecho a discrepar incurre en la subversión.

Teniendo en cuenta la ambigüedad de la situación, ambas partes se acusan recíprocamente de comportamiento fascista. Por una parte, la mayoría considera que la minoría abertzale adopta una actitud subversiva al atentar contra la Constitución española, lo que, en última instancia, es fascista por no respetar el juego de mayorías y minorías. Por otra parte, la izquierda abertzale considera que su carácter minoritario no le impide exigir a las autoridades pertinentes el ejercicio del derecho de autodeterminación para el conjunto de Euskal Herria, derecho reconocido por los organismos internacionales y cuya negación equivale a un crimen contra la humanidad. Ante un derecho de estas características, las autoridades españolas y francesas deben ceder. Emperrarse en las mayorías ante un derecho natural y positivo de esta índole, aplicando la Ley de Partidos fascista (dar apoyo expreso o tácito al terrorismo), es algo así como aceptar que las autoridades nazis, al contar con la mayoría de la población, estaban autorizadas para llevar a cabo su política de exterminio contra los judíos.

Creo que el conflicto político que vive el País Vasco sería de menos calado si se redujera a una lucha política entre David y Goliat. Las cosas se complican si se tiene en cuenta el componente socioeconómico y la posibilidad de que esa «minoría fuerte» tenga opciones de poder. En ese caso la izquierda abertzale podría llevar a la práctica un programa socioeconómico muy atractivo para la mayoría de la población vasca. Programa que, entre otros puntos, comprende la operatividad de los movimientos sociales en un contexto de democracia participativa, salario básico universal, desarrollo sostenible, sistema fiscal progresivo, hincar el diente en serio al problema de la vivienda, reconducir la progresiva marcha atrás y privatización del sistema sanitario.

¿La izquierda abertzale, entonces, seguiría siendo minoritaria? Quizá ésa sea la clave para entender el pavor del PNV al futuro, que aún no ha entendido, a mi modo de ver, la posibilidad de emprender conjuntamente la solución de cara al futuro de los retos básicos del colectivo vasco. Fundamentalmente medidas que mejoren su calidad de vida, y una sociedad más justa y progresista que la actual.

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