El origen de esta obra suma de Kitano se remonta a hace quince años, época en la que rodó «Sonatine». Iba a ser su creación más onírica y arriesgada, por lo que ha tenido que esperar todo este tiempo para realizarla, gracias a su decisión de ponerse también delante de la cámara con tal de convencer a los productores. Sigue siendo un experimento único e intransferible, pero «Takeshis'» ha acabado convirtiéndose en un compendio de sus películas, una reflexión sobre su trayectoria creativa que la crítica ha comparado con «Ocho y medio», de Fellini. Lo más increíble es que el cineasta japonés consigue una película divertida pese a utilizar un lenguaje rupturista cercano al de David Lynch. Debe ser porque partió de un complicado guión muy elaborado, del que decidió prescindir en la sala de montaje llevado por su intuición y sentido del juego destructivo. De esta manera, todas las contradicciones del genial autor se disparan sin remedio.

Kitano expresa en «Takeshis'» su particular esquizofrenia, desdoblándose en su alias artístico Beat Takeshi y en el señor Take-shi Kitano, un tipo anónimo que trabaja como cajero y espera una oportunidad para demostrar su talento oculto. Beat Takeshi es el actor popular en Japón que triunfa con programas humorísticos como el famoso «Humor amarillo», pero al cruzarse con su alter ego se pierde en un laberinto mental que le conduce por mundos paralelos, dando lugar a secuencias llenas de surrealismo absurdo. En Venecia se ganó a la audiencia con la parodia del camarote de los hermanos Marx, trasladada a la cabina de un taxi en la que van entrando un sinfín de personajes de las películas del Kitano director. La única manera de distinguir a uno y otro es por el pelo oxigenado, aunque la intención final es que realidad y ficción se confundan.