Fue la película elegida para clausurar la pasada edición del Zinemaldia donostiarra, cometido que cumplió sin pena ni gloria. Hay en «Corazones solitarios» una buena labor de producción, con un esfuerzo considerable por recrear el ambiente retro del cine negro clásico, toda vez que la acción arranca a finales de los años 40. Pero falla el principal objetivo planteado por el director Todd Robinson, que es el de contar el histórico caso de los asesinos de corazones solitarios desde una perspectiva novedosa, la de la investigación policial llevada a cabo por su abuelo. El inspector Elmer C. Robinson es interpretado en la ficción por un poco creíble John Travolta, lo que obstaculiza el pretendido homenaje familiar. Tampoco hay justificación para que desfigure a la famosa pareja criminal en sus rasgos característicos, ya que a la menudita actriz mexicana Salma Hayek le es imposible incorporar a la verdadera Martha Beck, recordada por su violenta obesidad. En ese sentido se aleja mucho de la realidad reflejada en las mucho más memorables «Los asesinos de la luna de miel» y «Profundo carmesí».

Nueva adaptación cinematográfica de un best-seller del mercado francófono escrito por Jean-Christophe Grangé, de quien ya se llevaron a la pantalla con desiguales resultados «Los ríos de color púrpura» y «El imperio de los lobos». Se trata de un thriller sobrenatural que mezcla temas de clásicos del género como «La semilla del diablo», «La profecía» o «El sexto sentido». El miedo a lo desconocido está vinculado en esta ocasión con la problemática de las adopciones, ya que la protagonista adopta a un niño procedente de Mongolia del que no sabe nada. Pronto comprobará que es un ser especial ligado a un destino nada corriente, y que hay personas interesadas en arrebatárselo con misteriosas intenciones.

La intriga confronta el aparentemente seguro mundo occidental con la mística oriental, intentado sorprender a un espectador que sufrirá junto a la estelar Monica Bellucci, a la que le toca enfrentarse con una Catherine Deneuve todavía más fría e implacable de lo habitual en ella, que ya es decir.