Raimundo Fitero
Cumpleaños
Esta es la realidad: hace treinta años no pude votar a mi opción política y ahora, treinta años después, tampoco pude en igualdad de condiciones. O sea, en este cumpleaños de las elecciones llamadas democráticas en el Estado español, treinta años, no ha cambiado nada. Por lo tanto son celebraciones cínicas, que ocultan la verdad, porque acaba de saberse que se ha denegado la revisión del juicio del anarquista Salvador Puig Antich en el Tribunal Supremo debido a los votos de unos ex generales del ejército español, es decir que estamos como siempre, con los poderes fácticos y el tardo franquismo al frente de los destinos de un Estado con himno sin letra, al que seguramente el gran patriota nacional aznarista Jon Juaristi se lo pondrá, siempre que paguen bien.
Eso sí, tenemos más autopistas, autovías y demás fondos reservados de cemento y asfalto, más colocados a dedo en los entramados institucionales y unas televisiones que dan grima. Pero la misma jerarquía eclesiástica que llevaba bajo palio al generalito sigue intentando desestabilizar y los banqueros que se han forrado siguen mandando mucho y alertando a los inocentes hipotecados. Ellos que saben muy bien por dónde van los destinos del euro y el dólar venden sus sedes para hacer caja, por lo que la burbuja inmobiliaria se está pinchando aunque todos quieran sacar sus plusvalías rápidamente antes del desastre final.
Los micrófonos indiscretos nos colocan ante lo tangible: los políticos en términos generales son unos frívolos, y el que el muñecote de Aznar confiese que tiene «una pregunta absurda» para hacer en una sesión de control al Gobierno es un síntoma más de su poco fuste, de que todo es una mala reproducción falsa. Saben los aznaristas que mientras estén Pepiño Blanco y el melifluo Rodríguez Zapatero sus opciones ideológicas están bien representadas. Lo que les molesta ahora mismo es no manejar más el dinero y las recalificaciones gordas. Si lo dudan les remito al último «59 segundos», en donde el debate fue absolutamente monotemático, restringido y de muy bajos vuelos. Hasta Javier Rojo estuvo por encima de sus palmeros o sus detractores. Con esto está todo dicho.