Estaba que se salía, seguro de sí mismo y predicando, acompañado de multitud de medios, dispuesto a congelar el momento y su gracia. Enfrente políticos ensimismados y dispuestos a aplaudir. Y predicó desde su mentalidad hispana. Nada de diálogo o propuestas viables desde el respeto a este pueblo, mensaje nada distinto al de los inventores de la nefasta Ley de Partidos.

Blázquez seguramente ve más factible hablar de conflictos políticos que de los desmanes de su apostólica y romana Iglesia, la que no cita y recogen las fotografías del presente y el pasado, su afición a codearse con los poderes establecidos y los paseos bajo palio de dictadores, como si la memoria de los que lo vivimos se nos borrara tan fácilmente.

Blázquez y su Iglesia desfasada omiten que los que le aplauden también son culpables de que el proceso no se llevara a cabo, puesto que en todo conflicto las responsabilidades son de las partes involucradas por activa o por pasiva. Aquí nadie es dueño de la verdad, ni garante de la paz, puesto que la violencia es usada por todas las partes. ¿Acaso no existe una gran violencia que condena a miles de personas de este país a mantenerse fuera de cualquier opción a defender lo que piensan? ¿Se le olvidaron los casos de tortura, cierres de medios, ilegalizaciones, juicios de dudosa credibilidad?

Omitió denunciar ese poder que reparte lo recaudado con suma generosidad para la Iglesia. Calla los conflictos que tiene, por ejemplo, con nuestra salud, el respeto a la sexualidad, la educación laica, la opresión de la mujer y la misoginia constante, el silencio histórico sobre los genocidios, sus posturas contrarias a la muerte digna, etc. Hoy en día a nadie le extraña lo oído, ni los aplausos de los corruptos que no están poniendo ningún esfuerzo en resolver este conflicto, que tal vez se resuelva en parte con respetar lo que los ciudadanos deseamos.

Y en estas estamos una vez más impotentes ante la burla, sintiéndonos engañados y de nuevo relegados a un segundo plano entre los encuentros y desencuentros de los nefastos políticos bendecidos en su inutilidad esta vez por el representante del clero en España.

Tanto el orador como los oyentes seguirán hablando del respeto al pueblo que, por cierto, votó o se abstuvo hace poco. Pero, como bien decía el portavoz del PNV en Madrid, la ley es la ley; es decir, no se respetarán las opciones elegidas por miles de personas. Entonces ¿de que se quejan cuando citan el franquismo? ¿No era la ley establecida la que fusiló a miles de personas?

Pero en su verborrea lenta, fraudulenta y de continuas omisiones, señor Blázquez, usted manifestó su alegría porque Zapatero y Rajoy se han puesto de acuerdo. No le quede duda de que seremos muchos también los que estaremos igualmente alegres cuando se proceda a respetar nuestros derechos individuales y colectivos, pero también cuando desparezca su influyente Iglesia derechista y su funesto papel con respeto a este pueblo y a sectores que siempre nos hemos visto poco respetados y perseguidos por sus divinos dictados. Búsquese los aplausos de sus afines, le hará falta a esa Iglesia tan apartada de la sociedad.