Aizpurua, el único campeón mundial de sprint y de maratón en piragüismo, amplía su palmarés
Constancia, trabajo y disciplina son las reglas de Oier Aizpurua, el piragüista de Zumaia que el domingo se convirtió en pentacampeón mundial. Su cuarto oro en maratón le obligó a sufrir más de la cuenta, aunque el año invertido en la gran cita de Hungría ha tenido el premio gordo.
Miren SAENZ
Oier Aizpurua, -29 años, cumplirá 30 en noviembre-, obtuvo el domingo en Gyor su quinto título de campeón mundial. El zumaiarra posee cuatro oros en maratón y uno, el primero, el que abrió el camino en 2002 en pista, en K-4 200 metros. También tiene dos bronces mundialistas. Eso le convierte, de momento, en el único palista del planeta que ha logrado el título en la distancia más corta y en la más larga. «Esta condición a los extranjeros les tiene un poco descolocados. No soy un buen velocista ni un fondista genial, pero sí alguien que se adapta bien a las circunstancias. Es como si Tyson Gay -reciente doble campeón en 100 y 200 metros en los Mundiales de Osaka de atletismo-, ganara en los Juegos de Pekín el maratón», compara.
Hungría, un país que adora e invierte en piragüismo, no ha tenido suerte con el tiempo. Una lástima en el templo del deporte de la piragüa y la pala, con pueblos inundados y las medidas correspondientes para evitar daños mayores. Ante la disyuntiva de suspender el campeonato, se optó por los cambios. «Y eso que transformar un escenario de un Mundial no está al alcance de cualquiera», asegura Aizpurua. Las lluvias caídas obligaron a recortar el circuito y a suspender los porteos -durante la prueba los participantes deben salir del agua 4 ó 5 veces y con la embarcación a cuestas recorrer entre 200 y 300 metros-. Esto perjudicó al tándem vasco-astur, integrado por Manuel Busto y Aizpurua, que había enfocado su preparación para las condiciones originales, una carrera dura y de poca agua. Se encontraron lo contrario. Cambio de planes, antes pensados para correr rápido.
Y es que al estilo del ciclismo o el atletismo, el fondo en piragüismo se rige por los mismos esquemas. Se trata de desgastar a los rivales sin morir en el intento e intentar llegar al momento clave lo más fresco posible. Detalles y tácticas deciden las medallas. A rueda o a ola «si llevas a gente por detrás, por mucho que tires no le vas a descolgar», así que la pareja a batir se dedicó a fingir que iba mal y luego sufrió de lo lindo para ganar. Cual pareja de mus en pleno concurso, no necesitan hablar para entenderse.
Preocupado por su brazo -a comienzos de verano tuvo un accidente automovilístico que podría ser la causa de sus males pese a que al principio no le dio importancia-, la falta de fuerza y de sensibilidad no le ha impedido colgarse las medallas. «En el Europeo de Eslovaquia, en julio, fuimos segundos porque por mis problemas en el brazo no pudimos disputar el sprint con plenas facultades. No competí en igualdad de condiciones. Hemos estado todo el año preparando el Mundial, competir en Hungría era especial, y creo que ha sido un error porque he llegado pasado de forma, no físicamente, pero sí sicológicamente. Los últimos días se me hacían eternos», reconoce.
Exigente hasta el punto de que tuvieron que animarle después de ganar el oro, de nuevo el brazo y las circunstancias no le dejaron disfrutar. «Bienvenido al club de los pentacampeones, al de Indurain», le dijo Busto al «vasco», el calificativo con el que le conocen sus compañeros. «Pareces el Barça, que quiere ganar y hacerlo bonito, a los del Madrid nos basta con el resultado», le insistió su colega para que sonriera.
A alguien que se reconoce un auténtico devorador de deportes por televisión no le importa reconocer que el maratón en el agua no es precisamente espectacular. «Para ver más bien es aburrido, así que entiendo que no sea una disciplina olímpica en favor de pruebas más atractivas a los intereses de las multinacionales». El guipuzcoano se quedó a las puertas de los Juegos de Atenas y poco después de aquello aceptó la proposición de Busto, ya nueve veces campeón, para explorar las grandes distancias.
El futuro
Aizpurua acostumbra a reunirse con su mujer para decidir qué hará la próxima temporada. El siguiente Mundial -de carácter anual- será en la República Checa, un circuito que conoce y le tienta. Antes será padre de una niña en febrero. Su dedicación exclusiva es la única posibilidad de que invierta seis o siete horas en el entrenamiento invernal, -carrera a pie, bicicleta de carretera, natación, gimnasio- y largas temporadas fuera de casa una vez metidos en materia en donde baja el volumen y aumenta la estancia en la piragüa. Así que vive entre Zumaia, su localidad natal, Iruñea, el lugar de trabajo de su compañera y Villaviciosa, su lugar de preparación «que te da todas las posibilidades con mucha o con poca agua»
Su profesionalidad pasa por diversas y pequeñas ayudas: la beca del Gobierno de Gasteiz, la ayuda de Kirolgi, el Ayuntamiento de Zumaia, Euskadiko Kirol Portua, y la empresa cordobesa Sierragres, de pavimento rústico. «Gracias a ellos estoy aquí», agradece.
Hasta cinco piraguistas consiguió meter Zumaia en el reciente Mundial de Gyor (Hungría) de piragüismo, algo que habla muy bien de la cantera del club Itsas Gain. Además de la medalla de oro de Oier Aizpurua en categoría senior, que en la imagen aparece detrás de Manuel Busto durante la prueba, Nere Lizeaga y Maialen Velarde lograron una meritoria séptima plaza en K2 junior en su primera participación en un Mundial. En veteranos fue peor. Xabier Osa fue descalificado en el K-1 y posteriormente compartió con su paisano Bixente Royo el K-2, pero la rotura del timón les dejó fuera. A todos ellos les espera un homenaje con motivo del Olarru Eguna, que se celebrará el sábado en la localidad costera y en el que compartirán protagonismo con las cuadrillas.