Igor Mera Uriarte Técnico de Vivienda. Euskadiko Gazteriaren Kontseilua
Ante el miedo provocado por el Euribor
Puede que esta subida no haga estallar la burbuja inmobiliaria, lo que sí va a conseguir es que miles de pequeñas burbujas exploten, eso sí, sin ruido y lejos de los focos y flashes
Con el paso del tiempo hemos descubierto que todo verano tiene su serpiente. Por desgracia, la de este año más que serpiente ha sido «culebrón»; el enésimo capítulo de una historia que por más que fuera previsible no ha dejado de tener efectos reales. La crisis de las «hipotecas basura» que detonó en EEUU no es sino uno de los daños colaterales que el capitalismo neoliberal ha lanzado sobre millones de personas en todo el mundo. Mientras responsables económicos y políticos de alto rango intentan tranquilizar a los mercados y nos aseguran que los riesgos sobre las cifras macroeconómicas son menores, hemos de buscar la dramática realidad que esconde esta situación. Para ello no tenemos que viajar lejos ni profundizar en complicados análisis.
Basta observar críticamente lo que mes a mes nos afecta a nosotros y a quienes nos rodean. Las noticias económicas con sus porcentajes, índices y tasas de variación poco interesan, por lo general, a quienes no tenemos capitales que invertir. Hay sin embargo un acrónimo (Euribor) a cuya variación asistimos con el corazón en un puño. La gran mayoría no conocemos ni qué es, ni qué significa. Lo que sí sabemos es que condiciona, y de qué manera, nuestro desenvolvimiento económico.
En su traducción castellana Euribor significa «tipo europeo de oferta interbancaria», y representa el tipo de interés al que las entidades bancarias se prestan el dinero entre sí, y se utiliza como índice de referencia para los préstamos que las entidades conceden a la ciudadanía (hipotecas...). Por mor de la planificación económica y de la nula política de vivienda que históricamente hemos sufrido, nos encontramos con que en Hego Euskal Herria (y en el conjunto del Estado) son muchísimas las personas que mes a mes dedican una porción cada vez mayor de sus recursos a pagar el préstamo que tuvieron que suscribir para acceder a ese bien de primera necesidad, y que además tendrán que seguir haciéndolo por muchos años.
De las economías «desarrolladas» la del Estado español es la que más rápidamente ha visto incrementadas las tasas de endeudamiento de la ciudadanía. Las familias deben a la Banca un 32% más que los recursos de los que en verdad disponen. A finales de 2006 la cantidad total de este saldo acreedor era de 830.000 millones de euros, una cifra que duplica la cantidad que debían en 2000. Paralelamente observamos cómo en los últimos siete años la deuda total acumulada por las familias creció tres veces más que lo que lo hicieron sus recursos.
Sobra decir que el mayor culpable de este incremento del endeudamiento familiar ha sido el incremento del precio de la vivienda. En un proceso en espiral la facilidad para endeudarse (bajos tipos de interés y plazos cada vez más largos de las hipotecas) y los precios se fueron empujando mutuamente. Hinchando sin prisa pero sin pausa la burbuja inmobiliaria (igual que sucedió en EEUU). Hace aproximadamente un año que comenzó el cambio de ciclo en el mercado hipotecario del Estado, tiempo en el que el Euribor acumula una subida de más de un punto, 1.200 euros más al año en la hipoteca media.
Puede que esta subida no haga estallar la burbuja inmobiliaria, probablemente no lo haga, pero lo que sí va a conseguir es que (parafraseando a Isaac Rosa) miles de pequeñas burbujas exploten, eso sí, sin ruido y lejos de los focos y flashes. Miles de personas que verán como el cinturón revienta un día de tanto apretarlo mes a mes. El objeto de deseo y sacrifico se convertirá de pronto en objeto de pesadilla y, una vez expulsados del que fue su hogar, se verán abocados a pagar alquileres abusivos para poder tener un techo.
Lo que para algunos es la sociedad del bienestar, del España va bien y Euskadi mejor, para la gran mayoría no es sino la sociedad del miedo. Miedo a que siga subiendo el Euribor, miedo a que siga subiendo la vivienda, a que la deslocalización se lleve mi empresa, a que me despidan... Miedo que bloquea e impide que la gente desarrolle sus proyectos vitales en libertad. Miedo que actúa como caldo de cultivo para que el desinterés por la participación en cuestiones sociales y políticas vaya en aumento. Miedo que provoca que asistamos al resurgir de actitudes que pretendíamos superadas (racismo, xenofobia...).
Somos personas jóvenes pertenecientes al movimiento asociativo vasco, cada vez más preocupadas por esta situación, y convencidas de que las viejas respuestas que se nos ofrecen desde la «oficialidad» nos sirven bien poco. Nada se puede construir limitándose a gestionar el libre mercado, actuando como bomberos pirómanos o, en el mejor de los casos, parcheando la realidad. Hemos de provocar un cambio de bases en el sistema. Estamos obligadas y obligados a construir un espacio de seguridad para todas las personas. Un escenario en el que todas las necesidades y derechos sociales de todas las personas estén garantizados, donde el libre funcionamiento de los mercados (financiero, laboral...) no pueda condicionar el desarrollo de los proyectos de vida elegidos por cada persona. Este es uno de los caminos que desde Euskadiko Gazteriaren Kontseilua queremos recorrer, un camino que queremos compartir con todos aquellos agentes sociales que aún sueñen con ese otro mundo que es posible y que con las fuerzas de todos, además, será.