OLASO
Vergüenza
En la ruinosa democracia a la española, en franco proceso de degradación a partir de una debilidad congénita, sostener una pancarta en la que se demanda el cumplimiento escrupuloso de su propia legalidad, es delito. Se arremete en su nombre. Y para ello se emplea a los colaboracionistas locales, bien pagados para embestir, y aplaudidos por los pagadores. Si hubiera vergüenza, algunos cambiarían el nombre de lo que fue un partido digno.