Victoria Mendoza Psicoterapeuta
Señor Zapatero, ¿sabe usted qué es la tortura?
Lo único que queremos en ese momento es que acaben de matarnos, que paren cualquier daño y cualquier remota posibilidad de seguir haciéndonoslo
Apesar de que usted ordena y permite la tortura, no creo que comprenda qué es; por tanto, se lo voy a intentar explicar de forma clara y sencilla.
Imagine que alguien detiene a su hijo, a su sobrino o a una joven muy querida y cercana, amiga de la familia; imagine que su detención es espectacular, lo sacan de su casa con insultos, empujones y un trato humillante para hacerlo más espectacular.
Al joven en cuestión se le lleva bien custodiado y amenazado en un coche. Se le lleva a un lugar preparado, bien adaptado para comenzar la siniestra y macabra tortura, que va desde golpes y patadas, asfixia con bolsas de plástico, mantenerlo sin poder dormir o sentarse, en posturas que provocan extremo cansancio, hasta introducirle objetos en el ano, toques eléctricos en el pene y en los testículos, amenazas e insultos con gran variedad de agresiones físicas que a ser posible no dejen marcas.
El torturador puede ser una persona psicótica e insensible, con dificultad de conectar con el dolor. No hay límite en el daño que hace, puesto que no tiene bien desarrollado el sentido de la «compasión» o de la «piedad». Puede ser también una persona sádica que disfruta haciendo daño y por tanto habrá un disfrute perverso y morboso con cada muestra de dolor y sufrimiento de su víctima. Puede ser también un torturador rígido o paranoico que crea que está cumpliendo con su deber; sólo cumple órdenes de sus jefes y éstos a la vez cumplen los deseos de los políticos, y quién sabe si también de algunos jueces.
¿Y qué pasa con la víctima? Se lo puedo explicar de forma muy sencilla. En esos momentos, lo que más deseamos es que nos acaben de matar. Al principio hay quienes incluso intentan resistirse, hay rabia, desesperación, mucho miedo, una gran impotencia. Más tarde ya no es posible ni siquiera conectar con la rabia, es un dolor físico exagerado, un sufrimiento intenso, un agotamiento que te hace caer, ya no eres consciente de dónde estás; sólo el dolor le recuerda a uno que todavía sigue vivo, los golpes te han desquiciado y te han quitado la fuerza, la vida y la dignidad, todo es tan inmediato. Y lo único que queremos en ese momento es que acaben de matarnos, que paren cualquier daño y cualquier remota posibilidad de seguir haciéndonoslo.
Lo peor de todo no son las secuelas físicas que aparecen de forma inmediata, sino las secuelas psíquicas que nos acompañan durante toda la vida.
Yo me pregunto, Sr. Zapatero, qué pensaría, qué sentiría y qué haría si a su hijo, sobrino o alguien cercano y querido se le torturara. Y le pregunto también qué piensa hacer como supuesto líder político de su partido para garantizarnos a todas las madres que nadie más va a agredir de esta manera a nuestros hijos.
¿Cómo se va explicar, a justificar y a disculpar ante el mundo que en el Estado español sigue practicándose y permitiéndose impunemente la tortura? Yo estoy tan indignada que me comprometo con Igor y su madre, con todas las madres de torturados a mandar una copia de este escrito a mis paisanos mexicanos y a todos los movimientos sociales a favor de los Derechos Humanos de Latinoamérica, para que se enteren de lo que está pasando en España y en el País Vasco. Nada lejano a la conculcación de derechos que vivimos en América, Africa o Asia. La diferencia es que ustedes presumen de ser un país del primer mundo, desarrollado, civilizado y democrático, algo tan lejos de la realidad.
Mientras tanto deseo que tome cartas en el asunto y que empiece bien su año 2008.