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Sarkozy, de la prensa rosa al anuncio de oscuros planes en compañía de «amigos»

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, tras sus vacaciones de color rosa, ha regresado a la actividad política en su incansable escalada en el recorte de derechos y libertades. «Política de la civilización», la denomina él. Eliminar este año la jornada de 35 horas semanales, unos servicios públicos y una política educativa que provocan un cada vez mayor malestar en los ciudadanos son parte de los planes del presidente galo, así como el sistema de cuotas con las que el Gobierno francés fijará el número de extranjeros adecuado a las necesidades de la economía francesa. De este modo pretende regular la «inmigración de calidad», cuyo objetivo es incrementar la «inmigración de trabajo» en detrimento de la «inmigración familiar», lo cual no sólo impide la entrada a los más necesitados, sino que también tiende a privar a los países subdesarrollados de sus trabajadores más cualificados.

El argumento de Sarkozy para justificar esa política -«en un Estado de Derecho se tienen papeles»- no es sino la reducción del Estado de Derecho a un mero hecho administrativo, en una muestra de clara involución de ese concepto de estado. Paradójicamente llega a considerar que el estado podría ser «cómplice de las redes que trafican con personas» en caso de no aplicar las leyes de expulsión. Paradójicamente porque la forma elegida para evitar dicha complicidad es traficar con las personas directamente; la mejor protección, el mejor asilo, la expulsión y el abandono a su suerte.

Pero Sarkozy no se encuentra solo en lo que al tratamiento de la inmigración se refiere, y así lo hizo saber ayer, a la par de felicitarse porque sus ideas avanzan en Europa; prueba de ello es la petición que le hicieron sus amigos «socialistas» José Luis Rodríguez Zapatero y Romano Prodi de proceder a «expulsiones colectivas» de inmigrantes sin papeles. Denominar esos planes «vuelos conjuntos» de repatriación de inmigrantes, como apresuradamente se hizo desde el Gobierno italiano, parece un intento de contrarrestar la locuacidad del presidente francés; en cualquier caso, resulta sumamente significativo el hecho de que el avance de las ideas de Nicolas Sarkozy se efectúe a través de gobiernos «socialistas» como el español y el italiano.

La «política de la civilización» de Sarkozy es una muestra de la deriva de una Europa que se pretende depositaria de los genuinos valores democráticos mientras profundiza en políticas neoliberales que acrecentan las desigualdades y recortan derechos y libertades de ciudadanos de dentro y fuera de sus fronteras. La escalofriante cifra de inmigrantes muertos intentando llegar a Europa constata un enorme fracaso referido a esos valores democráticos, cuya otra cara es el éxito de una reducida élite económica.

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