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Un «thriller» fronterizo como los de Sam Peckinpah

«No es país para viejos»

«No es país para viejos» representa la perfecta simbiosis entre la literatura y el cine, entre la árida novelística con sabor a western de Cormac McCarthy y el género negro que los hermanos Coen practican con humor de igual color. La recompensa a tan poderosa entente son ocho nominaciones a los Óscar, de las que Joel y Ethan se llevan lo mejor del reparto como productores, realizadores, guionistas y montadores, junto al favorito Javier Bardem.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

La leyenda de Cormac McCarthy ya no es tal, porque no hay misterio capaz de ser guardado eternamente en una sociedad tan mediática. El escritor se había mantenido a buen recaudo lejos del mundanal ruido, retirado en El Paso, enclave fronterizo suspendido en el tiempo, entre la vida y la muerte. Pero la fama le ha encontrado y ya no le va a soltar, así que muchos críticos literarios se volverán ahora contra él, después de haber roto su regla sagrada de no conceder entrevistas. «La carretera», novela ganadora del premio Pulitzer, fue apoyada por la televisiva Oprah Winfrey, que nunca antes se había fijado en un autor tan salvaje. Ella consiguió que millones de seguidores de su programa leyeran el libro, por lo que no tuvo otro remedio que sentarse a charlar con la influyente presentadora. Gracias a esa conversación se ha podido saber algo más sobre este legendario novelista, que puso rumbo hacia el sur seguramente cautivado por las lecturas de William Faulkner, su escritor más admirado junto a Herman Melville, al que homenajeó directamente en «Meridiano de sangre».

El cine tiene mucha culpa en la popularización de Cormac McCarthy, aunque el fracaso de «Todos los caballos bellos» no hacía presagiar el actual éxito. Se ha dicho que Billy Bob Thornton se estrelló ante el estilo narrativo difícil de atrapar que maneja el autor de esta primera parte de la trilogía fronteriza, pero lo cierto es que su versión fue masacrada por los productores que eliminaron las partes violentas, optando por la historia de amor entre Matt Damon y Penélope Cruz. Como si quisiera ponérselo más fácil a sus adaptadores, el propio Cormac McCarthy hizo que «No es país para viejos» resultase cinematográfica desde su mismo origen, casi a la manera del guión de una película de Sam Peckinpah. Su último libro, el premiado «La carretera», vuelve a ser muy literario y difícil de traducir al lenguaje fílmico, pero cuenta con una temática que está de moda en las pantallas, como lo es la post-holocáustica. En la película de John Hillcoat es Viggo Mortensen quien encarna al superviviente, el padre que trata de inculcar a su hijo una educación en medio de un mundo devastado, mientras viajan del Oeste hacia la costa Este.

Es muy difícil, por no decir imposible, que ningún otro cineasta vuelva a tener la suerte de los hermanos Coen, que se han encontrado con el Cormac McCarthy más adaptable que cabía imaginar. Ellos no conocían la novela, todo hay que decirlo, y fue el productor Scott Rudin quien se dio cuenta de que era un material ideal para la hermandad. Joel y Ethan andaban últimamente dejando pasar el tiempo con comedias ligeras, de las que sirven más que nada para completar filmografía. Por lo que se les abrió el cielo con «No es país para viejos», que marca un inesperado retorno a los duros paisajes de su ópera prima «Sangre fácil». Ya entonces evidenciaron un especial talento para aplicar los escenarios del western a un argumento de cine negro, a un thriller con acción tensa y diálogos filosóficos de los que tanto les gustan.

Para hacer totalmente suya la novela de Cormac McCarty, aprovechando que el autor es de los que no se meten en la elaboración del guión cinematográfico porque de eso no sabe, los Coen han introducido en el relato su característico humor negro, con lo que la sequedad paisajística de «No es país para viejos» acaba equiparándose con la frialdad ambiental de «Fargo». El resultado ha de ser todo lo explosivo que cabía esperar, y de ahí las ocho nominaciones que vuelven a consagrar a Joel y Ethan, cuando muchos ya los creían pasados de moda. Y ellos están personalmente detrás de la mayoría de esas candidaturas al Óscar porque, además de firmar el guión adaptado, son los encargados de la dirección, así como del montaje, ocultos bajo el seudónimo de Roderick Jaynes. Para obtener el ansiado de Mejor Película tendrán que pelear hasta el final con Paul Thomas Anderson y su «Pozos de ambición», que cuenta con el prestigio literario de Upton Sinclair como principal aval. En las quinielas quien aparece como seguro favorito es el director de fotografía Roger Deakins, que confiere a «No es país para viejos» la belleza desoladora de sus localizaciones fronterizas y crepusculares.

Mención aparte merece la candidatura de Javier Bardem, precedida de la obtención del Globo de Oro y del Premio del Sindicato de Actores. No parece que se le vaya a escapar el Óscar al Mejor Actor, gracias a una caracterización tan efectiva como impactante. Si es verdad lo que cuenta el hijo de Pilar Bardem en las entrevistas, parece ser que la idea del look nació de su compañero de reparto Tommy Lee Jones, que es tejano y conoce muy bien la zona donde se desarrolla la acción de la novela y de la película. Éste se presentó en el rodaje con unas fotografías de prostíbulos de Nuevo México, en las que se veía a clientes luciendo el famoso peinado sesentero, adoptado en esa época por los músicos de rock de garage. Hay que tener en cuenta que Bardem puede conseguir la preciada estatuilla gracias a un trabajo de imagen y no tanto interpretativo. El personaje del asesino Chigurh es el más inexpresivo, en tanto que en el sheriff Bell, interpretado por Tommy Lee Jones, es sobre quien recae el peso reflexivo. Por algo va referido el título a su persona, al sentirse desplazado en un Oeste cambiante que ya no reconoce. Un cowboy de los de antes ya no encuentra su sitio en un mundo de violencia dominado por los narcotraficantes que resuelven a tiros sus negocios y desaparecen. No en vano, la acción se sitúa justo en el año 1980, que marca el periodo creciente del narcotráfico, cuando la droga, las armas y cantidades incontroladas de dinero atravesaban la frontera generando una abrupta y traumática transformación.

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