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Josu Imanol Unanue Astoreka Activista social

Parásitos sociales

Después de una educación basada en asignaturas que no me interesaban y que ni me llegaban a motivar, reclamo una educación basada más en valores sociales y del desarrollo personal activo

Había un profesor que se empeñaba en deshacer nuestras ilusiones y fantasías infantiles, devolviéndonos a nuestra más cruda realidad con los calificativos de «parásitos sociales», «maleantes», etc. a los alumnos que le incomodábamos. Obvia decir que con semejantes adjetivos las notas iban en concordancia. Evidentemente y gracias al afecto sin límites de mis familiares, y a sus inversiones económicas, pude remontar semejante trauma, ya interiorizado y asimilado, con bastante dificultad. Pero no por ello me olvido.

Los profesores del momento y muchos actuales derivan sus frustraciones en muchos alumnos que simplemente están obligados a madurar con lo que el sistema facilita o acuerda como necesario para desarrollarlo como individuo útil para la sociedad, es decir, individuo rentable, y a aceptarlo.

En esta educación poco se hace por otros valores con los que te encuentras diariamente, los retos de poder lograr una seguridad y una confianza personal suficientes para no ser uno más o los que te ayudan a defender tus ideas y convicciones más allá de lo oficialmente establecido. Por eso, cuando los años pasan y ves que aquellos pobres compañeros que al igual que tú han frustrado muchas ilusiones de nuestros educadores viven y respiran, es toda una alegría.

Queda claro que a ciertas edades no era consciente de lo que aún quería para mí, pero después de una educación basada en asignaturas que no me interesaban y que ni me llegaban a motivar, reclamo una educación basada más en valores sociales y del desarrollo personal activo, más que en esa que pretende forjarnos como trabajadores hipotecados y dóciles para el futuro.

Seguramente poco sabe mi educador que el trabajo más grande lo realice huyendo de las convicciones que me inyectaron en su momento en una escuela rígida, carca y extraña. El logro seguramente vino de mi entorno, que estimó más práctico abandonar la idea de un hijo universitario e invertir en lo que era la única salida, un oficio. Claro que alguien tenía que pescar, realizar las instalaciones eléctricas, arreglar las calles, edificar... pero era la salida mal vista y peor valorada, tal vez la menos incómoda en una sociedad que veía universidad y carrera como el ideal perseguir. El resto lo pusieron unos contratos eventuales, la propia rebeldía insuflada por la rabia a un sistema que rechaza a quien no aprueba su educación y, sobre todo, un cuerpo y una salud que no sintoniza con el cerebro. En fin, al cabo de años el sistema carece de cuadros profesionales suficientes para mantenerse y reclama mas «parásitos» eficientes y, a poder ser, poco protestones.

Los que fuimos tachados de imposibles para asumir las formulas químicas, el Latín, la Gimnasia, la Religión o la Política vamos a ser necesarios para construir un futuro con comodidades al igual que los que triunfaron en el sistema; además somos capaces de pensar y opinar, es un gran logro, al igual que todos los que no se beneficiaron de este sistema y también aportan cambios. Algo que a cierta gente aún le cuesta reconocer.

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