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José Luis Orella Unzué Catedrático senior de Universidad

La hermenéutica como arma ofensiva de la democracia española

Si definimos hermenéutica como «el arte de interpretar textos para fijar su verdadero sentido», Orella expone que añadirle el adjetivo «española» conlleva hoy en día interpretar esos «textos en un sentido ofensivo a las instituciones vascas» y a la ciudadanía vasca.

Atodo lector le extrañará el que comience el título de este artículo con la palabra «hermenéutica». Según el diccionario de la Academia se entiende por tal el arte de interpretar textos para fijar su verdadero sentido. Pero sabiendo que en esta España politizada que en este arte de interpretar los textos sólo tienen beligerancia la fiscalía del Gobierno, las Cortes y, sobre todo, los jueces. Todos ellos actúan predeterminadamente aplicando su subjetivismo e interpretan los textos en un sentido ofensivo a las instituciones vascas y a los derechos civiles de los ciudadanos que aquí vivimos.

Pero además de la interpretación de las normas en todos los conflictos, tanto laborales como políticos, nacionales como internacionales, lo que verdaderamente colapsa la solución no es tanto los objetivos que se pretenden conseguir sino la diferente metodología en el planteamiento de los mismos. Porque cada uno de los contrincantes lleva su diferente impostación del problema y, sobre todo, su propia metodología. Y el utilizar una metodología plantea la difícil relación de fondo y forma, de causa final y de medios aplicados, que están implicando la misma finalidad. Toda ciencia y también la política se especifica por su método y por él se define. La ciencia es deudora de su método y el horizonte del método determina el horizonte mismo de la disciplina.

Los que controlan el poder aplican siempre el método dogmático de buscar sentidos cerrados y mancos a los textos tradicionales rechazando el método ad legislandum, que posibilita los sentidos abiertos a la pregunta de quien pregunta.

Y la pregunta brota no de la reflexión filosófica analítica, sino de la comprensión de la compleja realidad humana y social. Y las respuestas que no quieran ser sólo parto de laboratorio nacen de la praxis del cambio, de la transformación de la realidad y no de la coherencia lógica con teorías ajenas y distantes de todo compromiso político y social.

Los dueños de la hermenéutica interpretan los textos desde su bufete. Pero de lo que se trata es del interrogar histórico pos-metafísico, del palpar la vida de los seres humanos sumergidos en la historicidad. El punto de partida de toda hermenéutica no puede ser el texto constitucional redactado hace más de un cuarto de siglo, sino el lugar contextual que suscita en sí mismo la respuesta. Y por lo tanto sobran respuestas sin preguntas y no necesitamos de verdades metafísicas abstractas sin engarce en la realidad.

Y sólo en este preguntar contextual se deben recuperar y tienen valor los textos dogmáticos legales y judiciales tanto del Supremo como del Constitucional. Y por lo tanto no nos valen sin referencia al mundo de hoy, los acumulados textuales ya sean legislativos o judiciales de una interpretación interesada de la Ley de Partidos.

La pregunta contextual condiciona la respuesta y ésta sigue la orientación de la pregunta, y pregunta y respuesta se orientan más allá de ellas mismas hacia un ser humano en un mundo político por construir.

Por lo tanto ante esta hermenéutica utilizada como arma ofensiva de la democracia española hay que diferenciar entre la España histórica que todos vivimos hoy día, y la antigua España constitucional, tradicionalmente interpretada.

La verdadera hermenéutica fusiona los horizontes del entonces con los de ahora. Y la pregunta debe ser ¿qué significa aquel entonces hoy? En las instancias de interpretación, las realidades decisivas deben ser pueblo, comunidad, experiencia e historia y no sólo el texto en sí mismo. Porque también el pueblo aplica su hermenéutica, interpreta con su experiencia y encuentra así su praxis.

El tema en discusión es si el interés lo debe primar la sociedad actual española, francesa, vasca, europea o la hermenéutica interpretativa que las constituciones españolas se han dado a lo largo de las generaciones, a través de las fiscalías o de los tribunales Supremo y Constitucional.

¿En que medida obliga a nuestra sociedad vasca actual la tradicional interpretación que España o Francia se han dado a sí mismas a lo largo de la historia? ¿Se nos viene dada e impuesta por las constituciones y sentencias judiciales una realidad de España y de Francia como conjunto cerrado de doctrinas y prácticas sociales y políticas, de modo que el sentir histórico actual se sienta obligado a aceptarlas con ceguedad dogmática?

Hay en la historia de España una serie de lugares de referencia puntuales y de perspectivas tópicas clásicas que ningún político se atreve a poner en duda, aunque vea que el sentir social de su pueblo esté marcando nuevos referentes y puntos de vista.

Igualmente los ciudadanos y pueblos europeos son la realidad sustantiva y el momento fundamental del preguntar sobre la constitución de Europa. Los individuos que configuran los pueblos con sus lenguas y su idiosincrasia y no los estados «constitucionales» son los que preguntan por el sentido de sus vidas, y por lo tanto son los principales interrogadores de su vida social.

Así se lo están preguntando los ciudadanos de Kosovo y así lo resolvieron los de Eslovenia. Precisamente la Unión Europea está guiada este semestre por la presidencia de Eslovenia. Pero ¿qué es Eslovenia? Es uno de los 27 estados que eligió en 1991 su camino, decidiendo ser un estado propio, participar del euro e incorporarse en la OTAN siendo tan sólo dos millones de habitantes. Desde su constitución como estado europeo Eslovenia participa en las organizaciones internacionales como Naciones Unidas, OSCE, OMS, OMT, FMI y OMC. Su tamaño geográfico o demográfico no ha sido considerado por nadie como un impedimento para constituirse como estado, ni le ha aislado de sus vecinos, ni sus empresas han tenido que renunciar a sus mercados. Más bien, la opción libre de elegir, proclamar y ejercer la independencia no le ha supuesto rupturas dramáticas ni aislamientos institucionales. El ser estado no ha asustado a Eslovenia ni lo va a hacer a Kosovo. Por lo tanto la próxima consulta al pueblo vasco no está relacionada con el trágala de ruptura de convivencia y de relación con los restantes ciudadanos de Europa ni tampoco lo debía ser con España.

Los ciudadanos vascos que hablan una lengua y constituyen un pueblo son los que deben interrogar la tradición hispana o francesa y darse una orientación y dirección fundamental histórica de futuro. No se puede imponer por la hermenéutica de los jueces ni por la fuerza de la policía respuestas memorizadas sin preguntas desde el ser social. La respuesta a las exigencias sociales de hoy, debe ser el punto de partida de toda reflexión legal, judicial y por lo tanto política. No podemos seguir viviendo de una política iusnaturalista ni de una jurisprudencia de lugares y citas comunes. Hay que darle prelación a la pregunta que pide sentido del ser histórico en situación. Hay que superar el peligro permanente de la jurisprudencia cerrada en un textualismo al servicio del mismo texto. Hay que romper ese circuito cerrado del poder y de la policía responsables de la ley, de la ley promulgada al servicio de un poder, de la judicatura que interpreta y aplica esa ley y de que estos tres referentes se olviden y aun rechacen la práctica social que no sea conforme con los intereses de los ámbitos del poder. Por el contrario el procedimiento correcto debe ser: de la praxis al texto normativo y desde éste, de nuevo, a la práctica social.

Por otra parte el intérprete de las normas no debe ser el erudito en su laboratorio (juez o fiscal) sino el grupo social que vive en la historia y para el cual las normas no son escritos que se estudian sino crudas realidades que se practican.

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