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Maite SOROA

Escrito de víspera

Están tan acostumbrados a falsear la realidad que, al final, terminan como el pobre Alonso Quijano, viendo gigantes donde sólo hay molinos de viento y ogros, donde odres de vino. El editorialista de «El Correo Español» debió estar ayer de fiesta por la zona de Cantabria. Y así le dedicó una pieza editorial a la huelga que, para quien la viviera sin cartoleras de asno, es digna de recortar y guardar. Según el editorialista «la izquierda abertzale sabía de antemano que la convocatoria de una huelga general, tal y como se entiende en cualquier país democrático, estaba condenada, como de hecho ocurrió, al más absoluto fracaso. La ciudadanía vasca, en general, y los trabajadores vascos, en particular, tienen ya desde hace mucho tiempo agotadas tanto su paciencia como su capacidad y voluntad de solidaridad con quienes se presentan como falsas víctimas de nadie sabe qué opresiones y represiones del Estado de Derecho». Lo de «falsas víctimas» tendría su gracia, si no sería por quienes han sido privados de libertad por ejercer la política.

Y, tal y como tenía previsto escribir desde la víspera, el de Vocento aseguraba que «la llamada `huelga general' de ayer no fue más que lo que era previsible que fuera desde el momento en que se convocó: una acumulación de actos violentos contra bienes y servicios públicos que pertenecen a todos los ciudadanos». Pues servidora hizo huelga sin que nadie le forzara a ello. Y aprovechaba el viaje para tirarle de las orejas al tripartito, que para eso estamos en vísperas electorales: «llama la atención que el Gobierno vasco fuera la única instancia en esta sociedad que pareciera no haberse enterado de la verdadera naturaleza de la convocatoria. Tratándola de hecho como si fuera una llamada a una `huelga general' en toda regla y haciendo como si desconociera que no se había cumplido ninguno de los requisitos que pudieran avalarla como legal, la portavoz del Ejecutivo se limitó a decir, a propósito de ella, que deseaba que se pudiera `ejercer libremente el derecho a la huelga' y se respetara `el derecho a trabajar de los ciudadanos que así lo deseen'. Tuvo que ser la ciudadanía vasca la que, reafirmándose una vez más en sus convicciones cívicas, dejara a su propio Gobierno en una posición muy incómoda, haciendo caso omiso del llamamiento, acudiendo masivamente a sus puestos de trabajo y desenmascarando las verdaderas intenciones de quienes lanzaron la convocatoria». No hay peor ciego, dice el dicho, que quien no quiere ver.

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