Desde luego, no se sabe si la niña que busca Rajoy le traerá votos, pero de momento es la estrella del cachondeo, la princesa de YouTube y un recurso excelente para los ociosos columnistas. «Rajoydi», como la llaman en algunos lugares, además de tener familia, trabajo y bonobús, se encontraría con unas programaciones televisivas específicas que por momentos parecen una escuela de futuros consumidores de planes de adelgazamiento. La incitación que se les hace desde los anuncios a consumir bollería industrial, derivados lácteos y del cacao es de una constancia que se convierte en una presión inaguantable.

Eso por la parte de la salud física, de la pandemia que nos llega, la obesidad estructural, de tal manera que los estudiosos están advirtiendo que debido a este mal uso de la alimentación es muy posible que nuestros hijos o nietos tengan una esperanza de vida inferior a la nuestra. Algo que no hace falta ser experto, ni político en celo electoral, para deducir que el mal empieza desde el primer biberón hasta la última palmera de chocolate comprada en la tienda de chuches. En una mañana de sábado paseando por los jardines de infancia televisivos nos encontramos, por citar un ejemplo, con una crema de cacao, avellanas y azúcar, que hace un anuncio en donde se simula una rueda de identificación, y una abuela señala a un niño y dice «éste». Y el niño le contesta: «Pues mira mi culete». Y se baja los pantalones y le hace eso que se llama «un calvo». Y la gracia es que comprando esa crema que rima con novilla, se regalan unos muñequitos que enseñan el culo. Educación a la gamberrada.

En otro programa, que siempre me ha parecido más que interesante, «Art Atack», en las manualidades que enseñan nos encontramos con un anacronismo que delata la antigüedad de esa grabación. Enseñan a hacer con cajas de zapatos, unas cajas para guardar cosas, muy bonitas, pintadas, y en una de ellas el presentador dice que puede servir «para guardar las casetes». ¿Se imaginan a un niño o una niña de seis años con una casete de Los Chichos? Cuando ya son obsoletos hasta los deuvedés, les hablan a la generación del mp4 de radiocasetes.