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Un duelo fraticida a ambos lados de la ley

«La noche es nuestra»

Hay un resurgimiento del cine policíaco de estilo setentero, al que se apunta gustoso el prometedor James Gray en su tercer largometraje, protagonizado, al igual que el anterior, por Mark Wahlberg y Joaquin Phoenix, quienes han colaborado también en la producción. «La noche es nuestra» es un título basado en un grito de guerra policial, muy utilizado a finales de los 80, cuando el narcotráfico y el consumo del crack se apoderaron de las calles de Nueva York.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

James Gray es un joven cineasta que ama los clásicos y se inspira en ellos, sin dejarse llevar o arrastrar por el frenético ritmo actual de producción. En catorce años solamente ha dirigido tres largometrajes, pero es posible que a partir de ahora lo haga con más frecuencia, gracias a su asociación con el actor Joaquin Phoenix. Salvo en su ópera prima “Little Odessa”, protagonizada por Tim Roth, luego siempre ha contado con el hermano del difunto River.

Está claro que desde el comienzo ha sentido una especial predilección por los buenos repartos masculinos, en función de dramas familiares ambientados en la jungla urbana. “Little Odessa” ya transcurría en el barrio neoyorquino de Brighton Beach, un foco de inmigración rusa propicio para historias violentas dadas a la reflexión sobre la fuerza del destino y la imposibilidad de escapar a la fatalidad. Era una película original que le valió el León de Plata en la Mostra de Venecia, cuando Gray contaba 24 años de edad. Se había convertido en toda una revelación, pero tardaría seis años en realizar su siguiente largometraje, rodeado de problemas que retrasaron el estreno.

“La otra cara del crimen” fue presentado en el Festival de Cannes, donde la crítica vio reminiscencias de Elia Kazan convenientemente puestas al día. Ya estaban Joaquin Phoenix y Mark Wahlberg como protagonistas, al frente de una mezcla de cine negro y denuncia, porque la corrupción capitalista aparecía como telón de fondo a cuenta de la competencia por hacerse con la concesión de los talleres del metro de la ciudad de Nueva York.

Esta vez han sido ocho los años que ha tardado en poner en pie su siguiente proyecto, debido a que a Gray le gusta documentarse acerca de lo que escribe. El guión de su tercer largometraje, “La noche es nuestra”, se basa en un periodo muy concreto de la reciente historia neoyorquina, así que ha habido una exhaustiva labor de investigación sobre la actividad delictiva y policial a finales de la década de los 80, extensible a nivel simbólico al cameo realizado por Ed Koch, el entonces alcalde de la Gran Manzana.

El que los acontecimientos de la película sucedan veinte años atrás se presta a una interpretación cíclica, ya que hoy se puede analizar con más perspectiva lo que entonces ofrecía un aspecto caótico dentro de una situación que parecía irreversible. El narcotráfico se disparó de una forma alarmante, sobre todo por la irrupción masiva del crack, lo que convirtió a Nueva York en un lugar peligroso y abocado a una guerra abierta entre la Policía y las bandas organizadas. La tradicional hegemonía de las familias de la mafia italiana, reflejada en las películas de Coppola o Scorsese, fue decayendo. Los mafiosos rusos a los que dedicó su primera película James Gray se iban a adueñar de las calles, y de ahí que ahora protagonicen este relato retrospectivo. El cambio vino a coincidir también con el auge de los clubes o discotecas, motivo por el que el acento ruso y el ritmo de la música disco se confunden en la atmósfera nocturna de la película.

Entre Caín y Abel

Aunque la acción de “La noche es nuestra” se sitúa en el año 1988, en la banda sonora suenan canciones anteriores, como el “Heart of Glass” de Blondie, que van con el estilo más setentero de la narración. Actualmente el cine policiaco de los 70 es objeto de recuperación, a lo que han contribuido la pasada temporada títulos de la importancia de “Zodiac” o “American Gangster”. A ellos se suma “La noche nuestra”, a sabiendas de que James Gray en un digno heredero de los maestros que pertenecieron a la generación de la televisión, los John Frankenheimer, William Friedkin o el todavía en activo Sydney Lumet. La forma de filmar de Gray se basa asimismo en la eficacia, junto con la búsqueda de un equilibrio entre las escenas de persecuciones o tiroteos y la intensidad dramática. No puede evitar incluir una tensa y accidentada secuencia automovilística, pero dura lo justo y ayuda a reforzar los dilemas que sufre el protagonista, ya que la persecución es vista de manera subjetiva por el desorientado personaje que encarna Joaquin Phoenix.

El buen cine negro siempre ha mostrado una predilección por los perfiles trágicos, y en ese sentido James Gray es de los que le gustan mezclar la acción violenta con los duelos personales de carácter psicológico y emocional. El drama familiar que atraviesa de parte a parte “La noche es nuestra” goza de ecos shakespearianos, los cuales ponen a prueba las cualidades interpretativas de los integrantes del reparto. Ya se sabe que Joaquin Phoenix domina la tipología atormentada, o que el veterano Robert Duvall no tiene mayores problemas para hacer creíble a un estricto padre de familia e intachable jefe policial. Presenta más dudas Mark Wahlberg, que repite en el mismo registro que utilizó en “Infiltrados”; o la latina Eva Mendes, que ha de cargar con la responsabilidad de la presencia femenina, relegada a un segundo plano más bien físico en las películas de Gray.

El tema central de “La noche es nuestra” es el de las relaciones entre hermanos, marcadas por las disputas para conseguir la predilección y aprobación paternas. A nivel superficial, los hermanos incorporados por Joaquin Phoenix y Mark Wahlberg son como Caín y Abel, respectivamente, al menos a los ojos del padre al que encarna Robert Duvall. El segundo es el bueno porque ha seguido los pasos del progenitor, dedicándose también al ejercicio de la ley. El otro, aún a su pesar, se ha visto inmerso en ambientes delictivos, con un mayor o menor grado de implicación no del todo voluntario. El problema surge al quedarse en medio de un fuego cruzado que le obligará a tomar partido, con el inconveniente de que para agradar a unos tiene que traicionar a otros, por lo que, cualquiera que sea su decisión, ésta acarreará de todas funestas consecuencias. Su único delito es trabajar en un club de Brighton Beach frecuentado por mafiosos rusos, mientras espera que el sueño de abrir su propio local en Brooklyn llegue a cumplirse alguna vez. La frustración que expresa el gesto constantemente serio de Phoenix va con la atmósfera en tono grave de la música incidental, que contrasta con las canciones que se escuchan de la época, y que ha sido compuesta por el polaco Wojciech Kilar, un veterano que ha colaborado con Kieslowski, Zanussi, Wajda o Polanski.

Joaquin Phoenix sigue con James Gray

Joaquin Phoenix es el actor predilecto de James Gray, con el que trabaja por tercera vez en su próxima película “Two Lovers”, que supondrá un cambio de género para ambos, ya que se trata de un drama romántico que rompe con sus anteriores incursiones en el cine negro. Es de suponer que seguirá en la línea de personajes torturados que caracterizan a este intérprete de imagen un tanto sombría, y cuya máxima expresión ha sido su reciente interpretación de Johny Cash en el biopic “En la cuerda floja”. Joaquin Phoenix capta profundamente el semblante dolorido del cantante, tal vez gracias a su condición de hijo de un misionero que conoce muy bien el peso de la conciencia cristiana en la expiación del mal, por no hablar del trauma provocado por la temprana muerte de su hermano, el también actor River Phoenix. Su primera interpretación importante fue a las ordenes de Gus Van Sant en “Todo por un sueño”, para consagrarse en el papel de emperador romano que hizo en “Gladiator”, de Ridley Scott.M.I.

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