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El bayonés Christophe Curutchet vuelve a su casa tras abandonar la cárcel en Marruecos

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El martes por la tarde llegaba al aeropuerto de Hondarribia el bayonés Christophe Curutchet tras permanecer año y medio en la cárcel de Mohammedia (Marruecos) donde purgaba una condena de ocho años por tráfico de estupefacientes.

Curutchet fue detenido el 17 de septiembre de 2006 en Tánger por la Policía marroquí, que había descubierto la víspera 1,4 toneladas de hachís en el remolque de un camión de la empresa de transportes STE que estaba a punto de partir rumbo al Estado francés. Curutchet, que era el director de las agencias de Tánger y Casablanca de la citada empresa, fue acusado junto a otros tres empleados marroquíes de tráfico de drogas y condenado en diciembre del mismo año a diez años de cárcel en un juicio con múltiples irregularidades, entre ellas, la ausencia de un traductor francés.

La condena fue rebajada a ocho años en abril de 2007 tras verse el recurso interpuesto por Curutchet, quien, al igual que sus empleados, ha reivindicado incesantemente su inocencia.

En diciembre pasado llevó a cabo una huelga de hambre pero, a pesar de los numerosos apoyos y llamamientos para que fuese liberado, el recurso de casación fue rechazado en enero.

Diversos miembros del Gobierno francés habían prometido ocuparse del caso, sus amigos y familiares seguían movilizándose, y sus abogados tocaban diferentes puertas diplomáticas y judiciales sin éxito, hasta que el pasado martes, sorprendentemente y sin aviso previo, fue puesto en libertad tras haber sido indultado por el rey Mohammed VI, a quien el embajador francés en Rabat había transmitido la demanda la semana pasada.

Fue uno de los empleados detenidos junto a Curutchet quien llamó desde la cárcel a su familia para anunciarles la noticia. A su llegada a Hondarribia, el joven no tenía palabras para agradecer a su familia y amigos por la ayuda y el apoyo que le han brindado.

No a cualquier precio

Curutchet declaraba que se había negado a ser extradi-tado en base a una pena sustitutiva porque su primer objetivo era probar su inocencia y no tanto volver al Estado francés «a cualquier precio». Reconocía, asimismo, que el suyo no es «un caso aislado» y manifestaba ser consciente del «privile-gio de ser francés en una sociedad carcelaria donde la injusticia campa a sus anchas por las mazmorras marroquíes entre la indiferencia generalizada».

Aludiendo directamente a la intervención del soberano marroquí, Curutchet deploraba el funcionamiento de la justicia del estado magrebí: «Es una pena que en un momento donde se habla cada vez más del avance en materia de derechos humanos tenga que ser el propio rey quien se vea obligado a abordar un caso como el mío porque la justicia marroquí no hace su trabajo. Allí es notorio que los indultos reales son utilizados para reparar los errores judiciales».

Curutchet, que volverá a su domicilio en el sur de las Landas, tiene la intención de escribir a Mohammed VI para exponerle la situación de los otros tres empleados que continúan en prisión y «que también son inocentes».

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