Raimundo Fitero
Presidentes
La noche del jueves se me apareció en vivo y en directo Nicolás Sarkozy en mi electrodoméstico esencial. Estaba tan a gustito, zapeando en busca de una salida del túnel publicitario, cuando en una televisión francesa lo vi, lo escuché y me atrapó. Es una máquina telegénica. Estoy convencido de que enamoró a su esposa a base de vídeo conferencias, de vídeo poemas. Se come las cámaras, traspasa las pantallas, parece que es a ti al que te está quitando la cartera. Quiero decir al que te está solucionando tu vida. Una vida que según Sarkozy es mejorable, pero que está al borde de la excelencia. En su palacio, se entiende; en las calles del barrio por donde paseó, la cosa tiene otro matiz bastante más desesperanzador.
Al verlo tan energético, tan convincente, tan aplicado, me trasplanté a una tarde tropical en la que desde un hotel colombiano estuve viendo, también en retransmisión en vivo y en directo, a Hugo Chávez, en esa ocasión entregando tierras a los campesinos. A los días lo vi, de nuevo en directo, en su programa «Aló presidente», donde se muestra más dogmático, más populista, pero igual de seguro en su relación con las cámaras, conocedor de los efectos que tiene el invento televisivo. Seguramente alguien me reprenderá públicamente por poner en el mismo plano estas dos intervenciones, pero analizadas desde la mirada oblicua del análisis objetivo, subjetivo o submarino de las técnicas de utilización de los medios para el adoctrinamiento o la manipulación, a todas luces, son comparables. Aunque cada cual esté más de acuerdo con uno u otro.
Pero no acaba aquí la inflación presidencialista, pues el lunes próximo TVE, en su primer canal, tenía previsto ofrecer un programa para elegir a las coristas que acompañarán a Chikilicuatre a Eurovisión, pero han rectificado y van a colocar a José Luis Rodríguez Zapatero en un especial de «59 segundos», donde ya estuvo Esperanza Aguirre la correspondiente de Madrid, por lo que se nos indica que los presidentes son ahora mismo las estrellas de la tele. Estemos atentos porque Ibarretxe, o su espectro político, van a salir pidiendo una oportunidad. Siempre le queda «Vaya semanita».